Eres afortunado de estar en esta tierra; envidia de los mismísimos ángeles. Tienes el derecho de equivocarte y recapacitar, de caerte y empezar de nuevo. El fracaso no existe; cada segundo de vida es una oportunidad de enmendar y empezar a hacer las cosas de mejor manera.
¿Eres de los que sus riñones funcionan a la perfección? Hay muchos que pasarán el resto de su vida junto a una máquina de hemodiálisis y aun así sonríen y comparten sus historias a las enfermeras… ¿De verdad crees que tienes razones para quejarte?
De todos los portentos que el Diseñador Perfecto te permite contemplar, no hay ninguno tan maravilloso como la sonrisa de la gente. Te recuerda que estás vivo. Y hay tantas maravillas más para regocijarte: los rojos y naranjas inseparables de un atardecer, poder oler el mar y llenarte los pies de arena, el carrito de elotes empujado por unas manos morenas de tanto sol; prueba viviente de la fe y del trabajo de un hombre por sus hijos. Tienes el ruido de los autos que aparte de fastidiar te despierta a una realidad; la gente se levantó hoy y está motivada. Va a trabajar o a compartir en familia. ¿Qué esperas para subirte al tren de la vida?
Y si tienes la dicha de sentir una pequeña mano entre la tuya, es que un niño camina a tu lado y eres su héroe… ¡nN lo decepciones!
Sabes que podrías incluso ya no estar mañana; pero te irías con la certeza de que venir a este mundo ha valido la pena; por poder perderte en los ojos de la persona amada, y sentirte cerquita de Dios con su mirada; cuna de mil soles, cascada de agua pura, un trampolín para brincar y tocar las estrellas… cuando miras esos ojos no puedes más que reconocer que el sol salió dos veces; una en el horizonte y otra en sus pupilas.
En este mundo tan pletórico de horror y belleza, es un privilegio caminar sobre su arena, disfrutar de la capacidad de elegir, aprovechar el libre albedrío que nos fue concedido para convertirnos en un ser quejumbroso y dedicado a la crítica, o en la mejor versión posible de nosotros. En abonar más luz a este planeta, o en convertirnos en una más de sus tantas tristezas. Pero la buena noticia es que siempre puedes elegir. ¡Qué bueno que estás aquí!