Los ataques fatales de los cocodrilos tienen un común denominador: quienes murieron estaban afectados de sus facultades mentales.
No fue un simple accidente o invasión de hábitat: es una grave irresponsabilidad de las autoridades, del sector salud, de los diferentes niveles de gobierno.
¿Porqué? Porque simplemente no tendrían porque existir los indigentes si se ejerciera un presupuesto destinado a su atención y control.
Falla también el sistema DIF que no revisa ni atiende los casos de abandono familiar hacia algunas de estas personas afectadas de sus facultades mentales.
El único hospital psiquiátrico en la zona, no tiene recursos para hacerse cargo de aquellos pacientes en situación de abandono. Es un sector de la sociedad que simplemente permanece ignorado por todos. Y no es por falta de dinero; la región sur de Tamaulipas produce cantidades millonarias en múltiples renglones.
Diariamente se recogen sumas exorbitantes tan sólo en la caseta del puente Tampico. Y nuestros hospitales públicos están en deplorables condiciones sin equipo, ni mobiliario, ni espacio, ni personal suficiente.
Tenemos la refinería Madero y el corredor industrial de Altamira entre miles de empresas más. ¿Cómo es posible que no exista la conciencia y la responsabilidad social y estas personas sólo dependan de la buena voluntad de algunos ciudadanos? Injusto el saqueo de los recursos naturales por los grupos en el poder, sin ver reflejado de manera proporcional, en mejoras en nuestros servicios, todo lo que producimos.
La sociedad en conjunto somos también responsables y culpables; no dialogamos ni exigimos a nuestros diputados la gestión de recursos a que están obligados en sus funciones para mejorar nuestra calidad de vida. Somos el país donde las cosas pasan por arte de magia. Donde se derrumban marquesinas y matan personas y no está encarcelado el dueño del edificio deteriorado ni el inspector de ingeniería civil del Ayuntamiento ni su jefe. Ni siquiera se publican los nombres de estas personas gracias a la colusión de las complicidades y de la corrupción.
No son los cocodrilos el más grave problema; es la irresponsabilidad gubernamental y la indiferencia ciudadana.
