A veces un obstáculo en tus planes es la bendición de Dios en tu vida” era el mensaje que días atrás leía en una postal matutina que me envió mi buen amigo, ex oficial de tránsito y vialidad: Don Daniel Rodríguez, mejor conocido como el famoso “Veracruz” en Ciudad Madero, Tamaulipas.
Ese texto trajo a mi mente lo acontecido tiempo atrás en Brasil, la tragedia donde perdieron la vida más de 60 personas en un avión que se estrelló.
Días después del accidente, algunos medios publicaron testimonios de al menos dos pasajeros, que por diferentes razones llegaron tarde y no pudieron tomar el vuelo.
Estaban muy molestos por perder el avión, pero poco tiempo después de haber despegado, al enterarse de la fatal noticia, comprendieron lo afortunados que eran y que esos obstáculos que se les habían atravesado para llegar a tiempo, se convertían automáticamente en una gran bendición.
No considero que la muerte sea algo malo, por supuesto; tenemos que entenderla como el paso obligado para una realidad espiritual diferente.
Pero resulta interesante el cómo las piezas de un misterioso rompecabezas se acomodan para que se cumpla la voluntad del Creador en nuestras vidas siempre en el momento correcto y en la situación correcta.
A veces pensamos que nuestras oraciones no son escuchadas, pero en realidad, las maneras de responder por parte de la Divinidad pueden ser muy misteriosas o incomprensibles para nosotros.
Hay cosas que definitivamente nos rebasan y que tenemos que aprender a colocar en las manos del Creador y ocuparnos solo de las responsabilidades humanas.
Considero que nuestras oraciones deben ser una especie de borrador donde le expresemos a Dios, de manera clara y concreta, nuestras peticiones y planes.
Pero siempre agregando que estamos abiertos a recibir su voluntad, aunque esta sea diferente a nuestros planes originales.
La confianza absoluta en el Poder Superior nos vacuna contra cualquier decepción si la circunstancias de la vida nos alejan de los resultados esperados.
Nuestro sentido de la justicia o de lo que es correcto, necesariamente va por debajo de la perfecta Sabiduría Divina.
Dios sabe por qué hace las cosas.