¿Puedes afectar a tu hijo de tanto presumirlo y elogiarlo? Depende. No solamente los comentarios negativos pueden afectar la personalidad de un niño en crecimiento; también el exceso de expectativas de excelencia podría afectar su estabilidad psicológica.
En terapia frecuentemente escucho a pacientes adultos que acuden por una sobrecarga de tensión y autoexigencia en su trabajo y en casi cualquier cosa que realizan. Se sienten ansiosos e incluso deprimidos porque consideran que no están haciendo bien las cosas o no están dando lo mejor de sí mismos. Sin importar el tamaño de sus sueños conquistados, este tipo de pacientes siempre se percibe con una sensación de “quedar a deber” y suelen actuar como si todo el tiempo estuvieran “a prueba”.
No hablemos del día en que cometen un error: se desmoralizan de una manera terrible y son presa de la culpa por periodos prolongados. Cuando revisamos su historia de infancia, resulta que nunca recibieron comentarios negativos, ni críticas ni regaños. Sus problemas emocionales no se relacionan con una infancia cargada de violencia de ningún tipo.
¿Qué es lo que pasa entonces con este tipo de pacientes? Fueron niños excelentes. Con magníficas notas. Siempre en cuadro de honor. Siempre los mejores en los deportes y en cualquier competencia. Chicos bien portados. Crecieron acostumbrados a escuchar a sus padres presumirlos con el resto de la familia y con las amistades. Crecieron sintiendo tanta presión Inconsciente e involuntaria para ser niños y jóvenes de excelencia. No podían permitirse decepcionar a sus padres ni al resto de la gente. El peso de las altísimas expectativas que tuvieron sobre ellos, los fue convirtiendo en adultos rígidos y autoexigentes.
El problema de centrar toda nuestra admiración y elogios en los resultados académicos o los logros deportivos de un hijo, frecuentemente hará que éste considere que solo es valioso por sus habilidades y capacidades, y no por su esencia como ser humano. Es bueno impulsar a nuestros hijos a la excelencia, pero no olvidemos hacerles saber que los amamos y los admiramos, por el simple hecho de existir y que eso no tiene nada que ver con sus buenas notas.
