Una amiga de los medios de comunicación, Bere Zamora, del programa “La Charla”, documentó en video una experiencia impactante vivida en Tampico Tamaulipas, en donde a bordo de un taxi, se percata de una mujer en la calle, muy joven y afectada de sus facultades mentales, que se conducía de manera errática y golpeaba e intentaba abrir las puertas de los coches.
Los comentarios de la comunidad que se plasmaron sobre el video, se dividen entre la empatía y amabilidad por la condición de la paciente y la crítica violenta o la burla, insinuando que alguien debía de darle un escarmiento por su conducta agresiva.
Según referían varias personas, esta joven mujer ya había causado destrozos en propiedades y había sido detenida y puesta en libertad por la policía (los pacientes mentalmente afectados no son imputables penalmente por este tipo de daños materiales).
De este suceso que forma parte de una larga lista de pacientes psiquiátricos en condición de calle, o en su casa pero con pésima atención por parte de su familia, resulta muy preocupante la indiferencia oficial de nuestras autoridades; no existe cobertura universal para los padecimientos mentales, y mucho menos para aquellos pacientes en condición de calle.
No solo destaca la falta de apoyo médico a pacientes con cáncer, de la que todos los medios hablan, sino que en el rubro mental, estos casos son invisibilizados. Nadie habla por ellos ni se ha tomado la molestia de hacer un censo sobre la prevalencia e incidencia del fenómeno.
Nadie se organiza para protestar por su abandono, porque la sociedad en promedio tiende a repudiarlos, les teme, los agrede a veces, y en el menos peor de los casos, simplemente los ignora y se sigue de largo en la calle.
Es urgente que dejemos de lado la indiferencia y la insensibilidad; no solo están en peligro los propios pacientes psiquiátricos, sino también las personas que puedan ser agredidas por ellos.
En este último contexto, han existido casos de linchamientos y homicidios a manos de turbas enardecidas e ignorantes, que pasan por alto la discapacidad mental. Ya no sabemos que es más grande; si la cobardía o la indiferencia que nos carcome.