Una mujer perturbada de 17 años, le asesta 15 puñaladas a otra mujer, y se da el lujo de grabar la escena. Y solo se le acusa de “lesiones”. Su víctima aún se debate entre la vida y la muerte.
Un energúmeno mayor de edad, prepotente y engreído, amparado por el dinero, le da una golpiza a puño limpio a una mujer y es condenado a más de 15 años de cárcel, acusado de feminicidio en grado de tentativa.
¿Unos cuantos meses para cumplir 18 años hacen la diferencia en términos prácticos para una injusticia de estas dimensiones y favorecer a la psicópata? En un país con leyes de porquería como este, así funciona la justicia.
Es increíble la irresponsabilidad de los órganos legislativos, al no actualizar criterios en base a psicología del carácter y del nivel de conciencia para llevar a cabo juicios justos. Favorecemos la criminalidad y la impunidad. Un sistema de justicia ciego e indolente, que sigue basando sus criterios en consideraciones obsoletas sobre la manera de medir que alguien no es consciente y culpable de sus decisiones aberrantes, solo porque no ha cumplido 18 años.
Dichas consideraciones jurídicas usan criterios psicológicos que ya no tienen aplicación ni vigencia, porque la especie humana ha sufrido múltiples cambios y ha evolucionado en madurez y capacidad con el correr del tiempo. Es una soberana estupidez, considerar que un chico de 17 años en el 2025, tiene el mismo alcance e inteligencia promedio que tendría a esa edad hace muchas décadas. La mentalidad y el nivel de conciencia de la humanidad ha cambiado, y los alcances mentales también. ¡Pero nuestras leyes no sufrieron ninguna modificación!
El sistema político no se inmuta ante estos hechos denigrantes. No hay iniciativas de reforma, que utilicen criterios justos y adecuados a la edad y nivel de evolución de nuestra especie y sociedad. Para que dejemos de funcionar con una visión tonta de un lejano pasado, inaplicable para el presente.
Hay chicos de 13 años convertidos en demonios despiadados, psicológicamente deformes y hay adultos que vienen también de infancias terribles, pero que no eligieron el mal como camino. Convertirnos en lo mejor o lo peor es siempre una decisión.
