México era un país de altísima impunidad, hoy la impunidad adquiere tintes aún más ominosos
El presidente López Obrador anunció que el próximo 9 de noviembre irá a la Organización de las Naciones Unidas, fecha en la que México asumirá la presidencia del Consejo de Seguridad.
Fiel a su agenda, prometió hablar sobre corrupción al afirmar que, dicho fenómeno, es el principal problema del mundo. “La corrupción produce desigualdad”, dijo. Como en campaña, López da en el clavo, sin duda, la corrupción es un problema global y requiere respuestas globales y locales.
Justo en la semana en que López anunció su viaje a Nueva York, The World Justice Project dio a conocer el índice global en la materia, resultando México entre los últimos cinco lugares entre los países evaluados, específicamente, en el lugar 135, de 139.
Cuando Felipe Calderón, el demonio favorito del presidente, concluyó su periodo, México ocupaba el puesto 105. Incluso Haití, que es un estado fallido, o Venezuela, que es un narcoestado, salen mejor evaluados que nuestro país.
A esta evaluación se suma otra, necesaria para entender la primera, la del Índice Global de Estado de Derecho, en este índice, México ocupa el lugar 113 de 139.
El porqué el país ocupa estos lugares no es un misterio. Ausencia de Estado de derecho y corrupción van de la mano. En el país de López Obrador, que no en el país del resto de los mexicanos, se habla mucho de combate a la corrupción, pero se hace poco. En cambio, se dejó de hablar totalmente de legalidad y, peor aún, se dejó de ejercer.
Si bien México era un país de altísima impunidad, hoy la impunidad adquiere tintes aún más ominosos. López cancela proyectos de la iniciativa privada a su antojo. Ordenó liberar a uno de los narcotraficantes más peligrosos del mundo. Influyó en la liberación de un General acusado de narcotráfico. Mantiene en libertad a un funcionario corrupto, Emilio Lozoya, el cual, además, se pasea felizmente para satisfacer sus exquisitos gustos culinarios. Por ende, la consecuencia inmediata de la falta de legalidad es el aumento de la corrupción, gracias a la impunidad. Círculo perfecto.
Si a la simulación en el combate a la corrupción, —todos los días cacareado por AMLO—, le añades que familiares del presidente están envueltos en la obtención de recursos de manera ilícita (Pío y Martín López Obrador y sus bolsitas de papel), en la adjudicación de contratos a familiares (Felipa Obrador en Pemex), en el ocultamiento de riqueza de colaboradores del primer círculo (Bartlett, Irma Sandoval, Scherer, Argenis, por citar algunos) y la corrupción tolerada en su partido (Morena y el fideicomiso del temblor o las denuncias en contra de Yeidcol Polenvsky, hechas por miembros de morena), caemos en cuenta de que vamos de mal en peor.
En este contexto, se aplaude el valor de López para ir a Nueva York, a la sede de la ONU, a hablar sobre corrupción. Justo lo que el mundo necesita escuchar la homilía moral del cínico, deleitarse con una mañanera global que, sin duda, pasará a la historia como la comparecencia de un mentiroso ejemplar ante el mundo.
Ojalá se lleve con él a Manuel Bartlett, digo, para que hable de energías limpias y propiedades inmobiliarias.