¿Qué futuro puede tener un país dividido, imbuido en una violencia cotidiana, donde la clase gobernante y la clase política viven en una batalla verbal permanente? Uno no muy promisorio.
La polarización nos mantiene en lo inmediato. En la polarización el pasado es el protagonista y el futuro se desvanece. En la polarización no se persiguen resultados, se oculta el fracaso. La polarización no atiende la realidad, ésta es arrastrada hacia una ficción con tintes de epopeya, donde el polarizador busca erigirse como un héroe mítico.
Lo opuesto a la polarización no es la unidad monolítica, sino la reivindicación de la pluralidad. En el reconocimiento del otro, no solo se honra el humanismo, sino también la idea misma de patria en tanto conformación pluricultural.
La urgencia de detener y/o romper la polarización solo puede tener como derrotero la viabilidad del tejido social, el fortalecimiento democracia y la recuperación del Estado de Derecho.
Un país dividido es presa fácil de la delincuencia y una invitación a romper el pacto social.
La división abona a la impunidad y crea un vacío de poder, dado que quien polariza ha elegido gobernar solo para una parte, a costa de la otra.
¿Qué freno tenemos para no pasar por encima del otro, cuando, cada día, nos invitan a odiar la diferencia y a ver en quien piensa distinto a un enemigo de la patria?
En el abaratamiento de consignas, sale a relucir la del traidor. El traidor es la negación del patriota. El traidor es la negación del ciudadano. Al ser convertidos unos y otros en traidores, de golpe, hemos sido expulsados de nuestro propio país.
Al ser huérfanos de patria, se ha creado una nueva categoría social: los apátridas. Somos apátridas en tanto estemos en el lado opuesto al poder. No importa que el régimen en turno carezca de argumentos para defender su proyecto. Tampoco importa el tema, la reforma eléctrica, la reforma electoral, el tren maya, el AIFA o la refinería de dos bocas, solo son pretextos para avanzar y profundizar la división de los mexicanos.
Tristemente, eso era de esperarse del gobierno en turno, lo que no se entiende, es que muchos opositores entren al mismo juego y regresen el epíteto de traidor a quienes gobiernan.
La oposición y el pensamiento crítico e informado, no deben meterse a la cancha del provocador serial, deben construir su propio relato. Si lo que está en juego es la viabilidad del país, romper la polarización pasa por un ejercicio de reconciliación, de inclusión, de reivindicación de la pluralidad. Romper la polarización es urgar en lo común que tenemos, dar la espalda a la provocación y trazar una ruta hacia una nueva pertenecia nacional. La polarización crea mafias, el diálogo y la gestión de la diferencia, crea ciudadanía y comunidad.
Hoy, el México de todos se está convirtiendo en el México de nadie, y, después del 2024 ¿qué México seremos? ¿uno donde todos quepan, o uno donde el que gane se invente otra querella para justificar sus incapacidades?
Ojalá seamos un país de ciudadanos.
Frank Lozano