“Sic Itur Ad Astra” es la leyenda que se lee en la portada, escrita en un listón serpentino que va de izquierda a derecha, sobre la cabeza de un pegaso que remonta el cielo, encabritado.
La leyenda significa: “He aquí que vamos hacia las estrellas”.
El título completo del libro es “Libra astronómica y Philosófica en que D. Carlos de Sigüenza y Góngora, Cosmógrafo y Matemático Regio en la Academia Mexicana examina no sólo lo que a su Manifiesto Philosófico contra los cometas opuso el R. P. Eusebio Francisco Quino de la Compañía de Jesús, sino lo que el mismo reverendo padre opinó y pretendió haber demostrado en su Exposición Astronómica del cometa de 1681.”
Pero es necesario considerar que, no obstante, este libro se refiera a hechos ocurridos en 1680 y 1681, no fue publicado hasta 1690.
Dice José Gaos, en el estudio preliminar a la primera edición moderna de “Libra astronómica” (1959), que Bernardo Calderón se quedó con el manuscrito de Sigüenza y Góngora y no fue hasta 9 años después cuando decidió llevarlo a la imprenta.
Es probable que, para nuestro cosmógrafo, haya sido suficiente que la “Libra astronómica” se conociera en forma de manuscrito en la comunidad de la Ciudad de México y que Kino, en la distancia, conociera de oídas los argumentos que desarticulaban los suyos.
Gaos cuenta también que parecería más importante, nueve años más tarde, la confirmación de una mirada matemática y científica sobre el gran cometa de 1680 ante el miedo de los novohispanos por la aparición de nuevos cometas.
En general, sería el librero Bernardo Calderón quien, al publicar “Libra astronómica”, daría impulso a una nueva forma de ver que se oponía a la visión medieval (mágica-alegórica) del mundo. En la nueva forma se privilegiaba la observación, la experiencia y la inducción científicas.
José Pascual Buxó nos dice que el sello de Calderón había ya impreso en 1685 “Principia Medicinae, Epitome Et Totius Humani Corporis Fabrica seu ex Microcosmi Armonía Divinum”, del médico mexicano Diego Osório y Peralta.
La edición de este estudio médico contaba con un tratado de la anatomía humana en castellano para los cirujanos que no sabían latín.
De manera que esta polémica no fue sólo sobre el cometa de 1680-81, ni tampoco sobre las diferencias entre dos hombres (Sigüenza y Kino), sino también que fue el choque de dos modos contrarios de ver el mundo: por un lado, el modo científico y moderno que también estaba emergiendo en Europa y, por otro, el sentir dogmático e histórico del imperio español.
El avance de la ciencia significaba el avance de los enemigos protestantes.
Recordemos que, en estos mismos años, Sor Juana Inés de la Cruz escribió su “Respuesta a Sor Filotea” (1691), en donde defiende su relación con la ciencia y habla de sus instrumentos de observación estelar.
La publicación de la “Libra astronómica” sería, entonces, la reafirmación para un grupo de científicos novohispanos que intentaban defenderse de la autoridad, la superstición y el peso del pasado.
Mas el poder se impuso finalmente sobre Sor Juana. A partir de 1693 dejó de escribir y moriría en 1695.
Su amigo, Carlos de Sigüenza y Góngora la alcanzaría cinco años más tarde.