La expedición de Atondo debía fundar en California, como primera misión, una ciudad llamada Nuestra Señora de Guadalupe de las Californias, en honor a la Virgen de Guadalupe y, por supuesto, a la Duquesa de Aveiro, también llamada Guadalupe.
Podemos imaginar que Kino, al cruzar el Mar de Cortés hacia Baja California, mientras navegaba un mar cálido, lleno de planes y siempre en reflexión profunda, se quitó el sombrero y dejó que el aire le agitara la cabellera.
Sintió el alivio y el fresco de una brisa desconocida.
Y pensó en la patrona a quien había encomendado su destino. Así había comenzado su correspondencia epistolar:
[Cádiz, 18 de agosto de 1680]
El Padre Teófilo de Angelis vino de Salamanca a Sevilla pasando por Madrid, donde habló con Vuestra Excelencia y mencionó mi nombre.
El padre Teófilo y once misioneros se han marchado a las Indias y yo y once misioneros más continuamos en Europa, aquí en Sevilla.
Si su excelencia pudiera darnos alguna información, ayuda, consejo o noticia de cualquier barco que se dirija a la Nueva España, le rogaría humildemente que no dejara de hacerlo, lo cual nos serviría de consuelo.
[15 de septiembre]
Los días pasados recibí tres cartas de su excelencia. Alégrome muchísimo de las nuevas que su excelencia ha tenido de las Islas Marianas (islas que están entre las Filipinas y el Japón).
Todos los padres misioneros que, los dos años pasados, vivimos en Sevilla, hubiéramos tenido por dicha particular que los superiores nos hubieran enviado a las Marianas.
A mí, nunca me faltaron los deseos y ánimo, habiendo yo, con esa intención, estudiado matemáticas.
Si yo pudiera ir en torno del descubrimiento de la tierra Austral (Australia), cercana a las islas Marianas, seráme esto uno de los mayores consuelos.
[16 de noviembre]
Hace ocho días recibí la carta de Vuestra Excelencia. Como entonces estaba haciendo los Ejercicios Espirituales de nuestro fundador San Ignacio, demoré hasta su lectura y agradecérsela.
Cuando surja la oportunidad de nombrar misioneros procedentes de Alemania, elija el mayor número posible de la provincia de Alemania Superior (mi provincia), hombres dotados de conocimientos matemáticos, con dones naturales y especialmente sobrenaturales.
Estos hombres no buscan placer físico en los alimentos que toman, las ropas que visten, el sitio donde se alojan.
Se adaptan alegremente a las incomodidades del frío o del calor, el hambre o la sed.
¡Ojalá me hubiera mostrado un mejor y más dócil discípulo de tan eminentes maestros!
Pero este azar de Fortuna —o, mejor dicho, por la decisión del ilimitado poder de Dios al determinar nuestro destino— sucede que soy Misionero de Indias.
[6 de diciembre]
Ayer, con gran alegría por mi parte y para consolación de la comunidad del colegio, recibí la más cordial y anhelada carta de Vuestra Excelencia con la no menos ansiada carta del Padre Fernando Verbiest, viceprovincial de las misiones chinas.
Algunos, al leer la última, no podían contener las lágrimas al escuchar su lectura.
Yo he resuelto confiar enteramente en la voluntad de Dios y la de mis superiores, si deseara algo que no hubiera sido decidido por ellos, temería que mi elección pudiera haber sido predeterminada como algo humano, no divino.
Vuestra Excelencia me ha dicho: “Se te dará lo que pidas”.
Yo respondo, entonces: “Que Vuestra Excelencia sea profeta, extendiendo la gloria divina por todo el mundo, y yo, con el tiempo, me convierta en mártir”.
Y hágase Su santa voluntad por los siglos de los siglos, en todas las cosas y por todos, y que nadie la contraríe.
