Cultura

Nuestra experiencia del capitalismo (6): la calle

  • 30-30
  • Nuestra experiencia del capitalismo (6): la calle
  • Fernando Fabio Sánchez

Sigo avanzando en el coche. El tráfico es más ligero y se agradece. El tiempo parece rendir. 

Por las mañanas, los que van al trabajo llegan más pronto y supongo que por eso también pudieron dormir unos minutos más.

Una gran mayoría no lleva a sus hijos a la escuela; otros trabajadores fueron descansados. De esta manera, el nuevo ritmo de la ciudad al inicio de la pandemia conlleva un sentimiento de preocupación.

No se puede no pensar en los que no trabajan y en los efectos que tendrá esta desaceleración en la economía. 

Asimismo, inquieta pensar en los niños sin interacción social y conectados por extensas jornadas a la tv y al computador –si se posee los aparatos—.

Pasaron los días y muchos ya regresaron a trabajar o se embarcaron en el proyecto de darse un empleo. 

Es octubre. Los niños de las escuelas públicas continúan en clases virtuales, pero el tráfico ha aumentado a casi los niveles acostumbrados. La gasolina ya no está tan barata; hay que recuperar a cómo dé lugar la inversión del automóvil.

Dicen que los laguneros manejan frenéticamente motivados por el calor imposible del verano. Es otoño y muchos andan con la mecha encendida de la velocidad.

Al avanzar en el coche en ese autódromo urbano, motocicletas pasan por izquierda y derecha como atronadoras flechas. Entregan comida y realizan otros encargos. Imagino que, a los motociclistas, además de la velocidad, les encanta hacer ruido.

En los cruceros, se acumulan las filas de autos. Si los conductores no dan antes la negativa, un franelero con máscara arrojará agua sobre el parabrisas y limpiará con eficiencia el cristal.

En una de las veces ante el rojo del crucero, un chico cargaba una caja de pizza. La pizza provenía de una cadena local. Hacía mucho calor, era domingo y caía la tarde. 

El chico ofrecía un combo de una rebanada de pizza y una Coca-Cola a un precio atractivo.

Parecía que las cocas ya se le habían calentado por efecto del calor. Creo que no vendía mucho porque era el inicio de la pandemia y los conductores, temerosos, no bajaban las ventanillas.

No lo volví a ver en aquel crucero. Quedó en mi memoria el esfuerzo de ese chico y el reclamo de su derecho a ser, entre cadenas y corporaciones, “emprendedor” a su medida.

Me bajo del coche. Las filas para entrar en los almacenes son largas. Van a dar las 8 de la noche. Es un día de quincena. Desconfío de los que no llevan máscara. Evito la cercanía con los otros. 

Pero algunos, en la fila, se acercan demasiado. ¿Cómo puede ser?, pienso. 

Siento —no puedo no sentir— que es sólo cuestión de tiempo para que el virus me alcance. 

Como muchos, me digo que ojalá que no.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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