El ejército francés sale de México. La aristocracia mexicana da la espalda a Maximiliano.
El narrador del capítulo “Un pericolo di vita” de “Noticias del imperio” apunta lo siguiente:
Carlota decidió viajar a Europa y visitar, primero, a Luis Napoleón, y luego a papa Pío Nono.
Carlota sabría de que era indispensable, no sólo para el bien de México sino de Francia y de la Iglesia Católica, salvar el tambaleante Imperio de su esposo.
Como parte del dinero para el viaje, según dice Emile Ollivier, Carlota dispuso de sesenta mil piastras del fondo destinado a proteger a la ciudad de México contra las inundaciones.
El 9 de julio de 1866, muy de mañana, cuando partió la Emperatriz, llovía, y algunos
caminos estaban intransitables. Maximiliano la acompañó hasta Ayotla, una pequeña población situada en el camino a Puebla.
Allí, Maximiliano besó por última vez a Carlota: nunca más
volverían a verse.
Sobre las causas de la locura de Carlota, abundan las teorías y las leyendas.
Adrien Marx dice que Carlota fue una víctima del culto del vudú, que proliferó en Haití y otras regiones del continente americano de población negra, pero que nunca llegó a México. La idea es absurda.
Otros aseguran que a Carlota le dieron en México una yerba que la enloqueció.
Se habló de la posible venganza del padre, o esposo, de la belle jardinière de la Quinta Borda, por medio de un café emponzoñado.
Se dice que el veneno debió serle administrado a Carlota poco antes de que se embarcara rumbo a Europa, ya que fue en el camino de México a Veracruz donde se presentaron los primeros indicios de locura.
Carlota pernoctó en la ciudad de Puebla y de pronto despertó a sus acompañantes a la mitad de la noche, se vistió y exigió que se la llevara a casa del antiguo prefecto de la ciudad, el Señor Esteva. Aunque Esteva no vivía ya en Puebla.
La yerba de la que más se ha hablado, en relación con la supuesta intoxicación de la Emperatriz de México, ha sido el toloache, que no es otra cosa que el estramonio —corresponde a la especie Datura stramonium— y es una yerba hedionda, de aplicación medicinal en el tratamiento del asma y que al parecer produce una locura transitoria: sólo si se la ingiere en forma habitual, la insania se perpetúa.
Es difícil, por lo tanto culpar al toloache de la locura de Carlota.
Egon Erwin Kisch enumera una serie de yerbas que pudieron haber sido las responsables de la enajenación de la Emperatriz, pero él mismo elimina algunas, como la mariguana.
Otras se quedan en duda. Este es el caso del ololiuque o yerba de “los ojos desorbitados” que según el Padre Sahagún producía en quienes la ingerían como bebedizo “visiones y cosas espantables”.
Pero loca o no antes de salir de México o durante su largo encierro en el Camarote abordo del vapor-correo “Impératrice Eugènie”, en el que Carlota sentía morirse no sólo de las jaquecas sino del calor inclemente, también el azar, la mala suerte que persiguió a los Emperadores de México, contribuyeron a su enajenación.
Fue mala suerte, por ejemplo, que al llegar a Saint Nazaire en Francia el alcalde fuera un hombre despistado que ignoraba la existencia de Carlota y recurriera al despliegue de una bandera peruana para recibir a la Emperatriz que venía del otro lado del Atlántico:
para un funcionario provinciano era tal vez muy difícil hacer distingos entre uno y otro de los exóticos países americanos.