Cultura

Las metamorfosis: Narciso y Eco (3)

  • 30-30
  • Las metamorfosis: Narciso y Eco (3)
  • Fernando Fabio Sánchez

Recordemos que Narciso quedó enamorado de su imagen reflejada. 

Boquiabierto, como una estatua de mármol, vio las dos estrellas de sus ojos. 

Vio su cabellera, digna de Baco y Apolo. 

Vio sus tiernas mejillas, su cuello de marfil, la piel blanca del rostro, apenas sonrojada por el sol. Y admiró aquello que los otros admiraron, deseando aquello que, sin saber, era él mismo.

Y se vio sin saber que se veía, ardiendo, consumido de amor. ¿Cuántos besos no arrojó a la evasiva imagen? 

¿Cuántas veces no acercó sus manos, intentando sujetar el cuello que veía en la superficie del agua? Y una y otra vez, aquella visión lo poseyó, revelando la misma mentira.

El poeta clama:

“Joven ingenuo que intentas atrapar imágenes sin cuerpo, aquello que deseas está en ninguna parte. ¡Si apartas la mirada, perderás lo que amas! Es sombra, un reflejo, que nada tiene de sí misma. 

Vino contigo y contigo se queda, y se irá, si tú te alejas”. 

Ni la idea de probar bocado, ni siquiera la necesidad de descansar separaron a Narciso de aquel lago. Se quedó allí, tumbado en la hierba con los ojos afiebrados. 

Con el paso del tiempo, pudo levantar un poco el cuerpo y, extendiendo los brazos hacia los árboles, dijo entre llantos:

“¿Hay alguien que haya sufrido tan profundo amor? En todas las edades, ¿hay alguien que haya sido rechazado como yo? 

Estoy enamorado, mas aquello que amo y veo no puedo encontrar. 

¡Qué amor tan elusivo! Y para tragedia mía, no hay océanos que nos separen, ni camino, ni montaña, ni murallas alrededor de una ciudad. ¡Solo nos separa un poco de agua!

“Sé que él desea mis caricias. Cuando me aproximo a la superficie, se acerca. Cualquiera pensaría que podremos encontrarnos. 

Pero ¡aquel pequeño obstáculo impide nuestro amor! Quienquiera que seas, sal de allí. 

Te aseguro que no rechazarás mi apariencia ni mi edad. Incluso las ninfas han estado perdidamente enamoradas de mí.

“Alientas mi esperanza sonriendo amablemente. Cuando extiendo mis brazos, tú extiendes los tuyos. Y cuando te sonrío, tú haces lo mismo. 

Hasta he visto lágrimas en tus ojos cuando he derramado las mías. Cuando muevo la cabeza, tú también mueves la tuya. 

Y al ver el movimiento de tus labios, sospecho que respondes a mis preguntas, pero tus palabras nunca llegan a tocar mis oídos”.

Entonces, Narciso entendió lo incomprensible. Dijo, exaltado:

“¡Oh, ése de allí soy yo! Me acabo de dar cuenta. No me engañará mi imagen otra vez: ¡ardo de amor por mí mismo, por medio de este fuego que yo mismo encendí! ¿Qué puedo hacer?”.

*Traducción y selección personal de “Metamorphoses”: Ovidio (Hackett; trad. Stanley Lombardo).

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