Cultura

La guerra, la ciencia y la vida cotidiana

  • 30-30
  • La guerra, la ciencia y la vida cotidiana
  • Fernando Fabio Sánchez

Se escucha en foros de masculinidad en las redes sociales que los hombres siempre debemos estar en estado de guerra.

Se dice así porque, según esta creencia, los hombres nacimos para ser guerreros; es decir, fuertes, diestros y líderes. Nuestra misión es proteger y proveer, entre otras cosas.

Estas características se le piden a un padre, a un presidente o un caudillo. Si el hombre no cumple esas expectativas, la familia, la nación y el ejército entran en crisis.

En la primavera de este año (2022) enseñé un curso sobre literatura, cine y cultura mexicanas en la universidad donde trabajo en California, Estados Unidos.

Un poco antes en febrero había iniciado la guerra en Ucrania. Los medios de comunicación presentaban el desarrollo de las hostilidades con detalle. 

Era el acontecimiento que amenazaba la democracia mundial y el tiempo de paz que había establecido.

Los estadounidenses y europeos ignoraban idiosincráticamente que, durante ese tiempo llamado de paz, hubo guerras en Afganistán, Siria y, por supuesto, México.

Medios de comunicación estadounidenses presentaban los despliegues de poder masivo de Putin y la manera en que difundía una interpretación de la guerra contraria a la OTAN: 

Rusia se estaba defendiendo ante el acoso de sus enemigos (la OTAN) y limpiaba los territorios ucranianos de un creciente nazismo.

Ante un mundo dividido en dos interpretaciones de la realidad, interpretaciones no basadas en la lógica sino en el lugar que te tocó nacer o si vives allí. 

Si perteneces a un país de la OTAN lucharás por defender la democracia y pensarás que es necesario frenar a Rusia porque, de lo contrario, enfrentas tu aniquilación. Los rusos piensan lo mismo.

Esa es la mentalidad de guerra: no importa si tus ideas son verdaderas o justas. El hecho es que, sino reaccionas o emprendes una acometida, la realidad será peor.

Uno de los conceptos de estudio a lo largo de la clase fue el género sexual. Planteé la idea de que nuestras definiciones de género actuales pertenecen al tiempo de paz.

Durante este periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial se redefinieron los roles de género. Las mujeres salieron al mundo laboral y exigieron igualdad de condiciones.

Algunos de estos cambios han sido positivos. No obstante, hacia la segunda década del siglo XXI encontramos que, para algunos, las características asociadas con los hombres (como la fuerza, el liderazgo y la capacidad de proveer) son definidas como “tóxicas”.

Algunas corrientes feministas diseminan que las mujeres son fuertes, líderes y que se proveen a sí mismas, por lo que no necesitan a un hombre.

La evidencia en México nos dice que muchos hombres son, en efecto, tóxicos. Pero esos hombres han optado por un comportamiento psicopático. Son hombres enfermos que muchos no queremos emular.

Creo que tampoco las mujeres deberían copiar la conducta de estos hombres.

Pero ¿qué pasa en tiempos de guerra cuando el enemigo es exterior y los valores del grupo por defender se han alineado con la verdad, la justica, etc., y la única opción es ganar la guerra para garantizar la supervivencia?

¿Quién peleará la guerra? ¿Quién, efectivamente, la ganará? Tradicionalmente, han sido los hombres. Los hombres deben ir a la guerra y morir en la búsqueda del triunfo.

Eso es lo que estábamos viendo en Ucrania. Hombres luchando por la supervivencia de su nación.

En la clase leímos “Cartucho” (1931) de Nellie Campobello, y allí encontramos elogios a la masculinidad tal como es descrita al inicio de esta columna.

Es una aclamación a la fuerza, la capacidad de defender y la lealtad. Eran tiempos de guerra.

Pero la realidad es que todo tiempo es de guerra, que nuestra estabilidad es una ilusión y que los hombres debemos estar listos para ir a la batalla.

Es una guerra simbólica, de carácter, con el potencial de volverse real. (¿Para qué sirve un hombre que no cumple con aquello que se espera de él?)

Por ello se difunde en redes sociales que los hombres deben ser masculinos (sin ser psicopáticos), desatendiendo las etiquetas del feminismo radical. Ser hombres soldados.

Estas reflexiones al vuelo de la clase me impulsaron a entender con más profundidad mi relación con la guerra, y la relación de la guerra con el conocimiento y la vida cotidiana.

Tal como lo he planteado, la guerra no es una opción filosófica. Es un hecho de la realidad humana.

En las siguientes entregas, me dedicaré a narrar algunas historias que explican nuestra relación con la guerra, la ciencia y la vida cotidiana, extraídas del libro “Ciencia y guerra. 

El pacto oculto entre la astrofísica y la industria militar” (2018) de Neil deGrasse Tyson y Avis Lang.

El libro está lleno de fábulas, mitos y verdades por comprender.

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