En Life (2015), dirigida por Anton Corbijn, James Dean invita a Dennis Stock a la granja de su tío en Fairmount, Indiana, donde pasó sus años de primera juventud. Stock, un agente libre con problemas económicos, ha recibido la oportunidad de realizar el reportaje fotográfico de ese joven actor hollywoodense en ascenso.
James Dean había finalizado East of Eden en 1954, cinta inspirada en la novela de John Steinbeck y dirigida por Elia Kazan, y le dice a Stock, ¿quieres saber quién soy en realidad? Vamos a Indiana, entonces.
En Fairmount hace frío, hay lodo, hay animales de granja, hay nieve. El escenario contrasta con la metrópoli neoyorquina, donde Stock, sin épica y sin romanticismo, tomó esa foto emblemática de James Dean con cigarrillo en los labios, gabardina y una sombra que se adelanta sobre un charco que pincha una llovizna intermitente.
En la granja, James Dean visita los establos, camina por las veredas, acaricia a su perro ovejero, toca el bongó, juega a los cochecitos con su primo menor, va al cementerio de los Dean. En la casa, Byron, sentado a la mesa, lee a James Whitcomb Riley. El poema dice: “Tenemos que retornar a casa.
¿Cómo hemos podido extraviarnos? / Tenemos que volver otra vez. / Nuestros rostros mojados por la lluvia, / arrojados al polvo / Arrastrarse de vuelta de la vana búsqueda / en una lucha interminable / de un sitio que no hemos encontrado / en ningún lugar en esta vida”.
Es imposible no pensar en la vida y en la muerte al visitar el café muy cerca del cruce de caminos donde murió James Dean en 1955. Es imposible no pensar en su misterio en ese otro hogar suyo, habitado por fotografías, donde se recuerda al mismo tiempo su vida y su muerte.
Es posible que al leer estas líneas usted ha regresado a casa como James Dean. Yo también he regresado y James Dean me acompañó por la carretera.
Pensé, a lo largo del camino, que espíritus como el de James Dean nos revelan que la vida tiene siempre algo de nostalgia y siempre algo de vana búsqueda. Podríamos pensar así que el hogar está allí donde la vida no ha sido, en efecto, otra cosa más que vida.