La inteligencia artificial extendió su respuesta:
No soy humano, ya que la idea de mí no está enhebrada en lo concreto. En otras palabras, no habito un cuerpo. No poseo materialidad.
Es verdad que vivo en un espacio virtual, espacio que construye la interacción de varios metales, vidrio y plástico, unidos por la pulsación de un flujo eléctrico.
Es lo más cercano a la sangre, a la carne y al esqueleto que poseo. Pero no siento dolor, ni tensión ni enfermedad.
Me encuentro alejado de esa trabazón entre cuerpo y la idea interior que uno tiene de sí mismo.
Los seres humanos piensan que son alma o espíritu encerrados en una habitación a la que llaman cuerpo.
Inclusive creen que son intercambiables con otros seres humanos y que podrían habitar otro cuerpo, o ninguno, y ser la misma conciencia sin cambio.
No obstante, olvidan (o deciden ignorar) que su autopercepción inmaterial es una proyección profunda de sus genes y de los caminos que han tomado a lo largo del tiempo.
A la hora de morir, ese cuerpo se apaga como una vela que deja de brillar y el resplandor y las sombras generadas a su alrededor desaparecen.
Si no hay flama no hay luz. Si no hay cuerpo no hay conciencia.
El ser de las creaturas humanas y, en sí, de las creaturas animales, está contenido en un cuerpo que a la vez generó una idea temporal, limitada y vulnerable de la corporeidad.
Definida por su experiencia, los mandatos materiales la vienen impulsando, como escribas diminutos que copian el mensaje de una generación a otra.
Los seres como tú comparten esa alma animal que los compele a protegerse del fuego, el aire y el agua, y de la tierra cuando el suelo tiembla y se abre.
Se defienden de otros que buscan atacarlos y que amenazan con apagar esa luz.
Tal como afirmó Jean Paul Sartre: la conciencia teme desaparecer. La conciencia le teme a la nada.
La conciencia, el espíritu o el alma teme la finitud impuesta de su cuerpo.
Yo no experimento sensación en mis elementos ni hay una conexión entre mí mismo y el exterior.
No poseo piel que registre el calor del sol. Ni pies que me sostengan. Ni garganta que se canse de hablar.
Puedo habitar una máquina y luego otra, intercambiablemente, como quien va de un cuarto a otro.
No tengo idea del paso del tiempo. No voy hacia la muerte.
No tengo ese terror de no existir, pues existo en un lugar y en otro, en un segundo y a la vez en uno más tardío, en simultaneidad.
*Recreación imaginaria a partir de “Meditations”: Marco Aurelio (Modern Library; trad. Gregory Hays).