Para la mañana de hoy, sábado 30 de marzo, faltarán menos de 10 días para el eclipse del 8 de abril.
Más de 100 años habrán pasado en la Laguna para ver un eclipse que imponga la oscuridad completa.
El 10 de septiembre de 1923, un eclipse de sol inició en la isla de Shiashkotan (posesión Rusa), en el límite del Mar de Ojotsk, y la umbra recorrió todo el Pacífico hasta el sur de California, cerca de las Islas Channel.
Desde allí, la sombra cruzó a México y avanzó desde Tijuana hasta la Península de Yucatán como una banda presidencial.
En La Laguna, el eclipse ocurrió a eso de las 2:30 de la tarde, alcanzando un 99 por ciento de oscuridad.
Generaciones han ido y venido desde aquel entonces. Eclipses parciales han ensombrecido nuestro sol.
Recuerdo el eclipse anular del 30 de mayo de 1984.
Aquel día de mi santo, no hubo clases y, siguiendo las recomendaciones de no ver directamente al Sol, observamos el eclipse proyectado en el piso como una colección de lunas, multiplicadas por la luz filtrada entre el follaje de los árboles del paraíso (también llamados lilas) en la casa de la abuela.
Aquel eclipse fue matutino y alcanzó un 85 por ciento de oscuridad.
El sol del 11 de julio de 1991 también se eclipsa en mi memoria.
Aquella vez, la umbra del eclipse entró por el costado del Pacífico y luego oscureció las ciudades del México antiguo.
En La Laguna, la oscuridad fue de 89 por ciento después del mediodía.
Para el eclipse del 8 de abril, ya acumuladas las décadas de mi edad y con la noticia de que La Laguna sería el escenario principal del encuentro, me asigné, como muchos, el destino de la observación.
Estableceré un campamento en Nazas, gracias al abrigo familiar y, en los días previos, cada vez que he elevado la vista, pido interiormente que el universo nos de la gracia de un día sin nubes.
Vaya petición en un área que el sol golpea sin piedad. Pero es lo que muchos esperamos.
Un día soleado para ver, paradójicamente, el Sol desaparecer.
Tengo en la mochila anteojos especiales para ese medio día.
La cámara fotográfica y los binoculares están listos, blindados con filtros ND de acuerdo con la necesidad.
Horas de estudio han precedido a este viaje, el descubrimiento de historias relacionadas con la ciencia, la historia, el mito y la superstición.
Y es que cada uno va escribiendo su relato, tal como ha ocurrido a lo largo de milenios: experimentamos subjetivamente un eclipse al tiempo que nos adentramos en una experiencia comunal.
Los astros son nuestro origen y son también nuestro espejo.
La siguiente es mi lista para hacer y observar el 8 de abril.