El mito mexica de la creación del sol y la luna nos transmite poesía y simbolismo hoy.
El conejo que opaca al dios vano y dudoso Tecuciztécatl da sentido a nuestras visiones nocturnas. Es una historia que enseñamos con inspiración a los niños.
Lo mismo sucede con el salto a la hoguera del enfermo Nanauatzin, humilde pero mucho más valiente que su divino cuate.
Lo más pequeño puede dar origen a algo tan grande y brillante como el sol.
No obstante, para los antiguos pobladores de la isla llena de serpientes en aquella laguna que hoy es el centro de la Ciudad de México, el mito determinaba las creencias y los actos más allá de las implicaciones simbólicas.
Si los dioses se habían inmolado para dar origen al fulgor y movimiento de los astros, los seres humanos estaban obligados a cuidar esa continuidad y morir (o matar) para que el sol y la luna emergieran nuevamente después de hundirse en las tinieblas de la noche.
¿Qué pasaría con el mundo si el sol y la luna se oscurecieran y se detuvieran en lo alto?
Es aquí cuando toman relevancia los eclipses solares y lunares, fenómenos naturales en que los astros convergen en un punto en el cielo y se comen uno a otro.
Fray Bernardino de Sahagún nos dice en “Historia General de las cosas de Nueva España” que los mexicas organizaban una fiesta al sol una vez al año.
Como preparación, ayunaban a lo largo de cuatro días. Luego ofrecían incienso y sangre de las orejas cuatro veces.
Una vez cuando salía el sol, otra a las doce de la tarde, otra vez alrededor de las siete y la última al atardecer.
Por la mañana se decían: “ya comienza el sol su obra. ¿Qué será o que acontecerá hoy?” Y al llegar la noche repetían: “acabó su obra el sol”.
Y nos dice el Fray que, durante un eclipse, cuando el sol se enrojecía o se turbaba o parecía revolverse, la gente se alborotaba, presa de un gran temor.
Las mujeres lloraban y los hombres emitían desgarrados gritos, lanzándose bofetadas a la boca para herirse.
Y esas grandes voces y alaridos se escuchaban por todas partes.
Entonces buscaban hombres de cabellos y caras de color blanco, o sea albinos, y los sacrificaban al sol.
Asimismo, sacrificaban prisioneros. Se untaban sangre en las orejas y se hacían cortadas con puntas de maguey.
Luego cantaban y tañían en los templos. Y se decían: “Nunca más alumbrará el sol, ponerse han perpetuas tinieblas, y descenderán los demonios y vendránnos a comer”.
El 8 de abril de 2024 ocurrirá un eclipse total de sol. Exploremos el fenómeno y la historia de los eclipses solares en 30-30.