Recordemos que Mina contempló una columna de nubes con ojos escarlata frente a ella, en su cama, rodeada de oscuridad y extravío.
Pensó que había sido un sueño.
¿Fue así en realidad? ¿Qué le sucedió? Creo que lo podemos intuir.
A la noche siguiente, Jonathan decidió quedarse en la habitación con ella. Al ver que dormía, se acostó a su lado.
Pero Drácula, concentrado en sus planes, regresó a beber de la sangre de Mina, metiendo a Jonathan en un profundo sueño.
El Dr. Van Helsing, el Dr. Seward y los demás tocaron a la puerta. Al no recibir señal, decidieron entrar por la fuerza.
El Dr. Seward escribe en su diario el 3 de octubre:
“Iluminados por la luz de la luna, encontramos a Mina en el filo de la cama, de rodillas.
A su lado estaba un hombre alto y delgado, de pie, vestido de negro. No podíamos ver su rostro, pero en el instante supimos que era el conde.
Con la mano izquierda sujetaba las dos manos de ella y con la derecha cogía la parte trasera de su cuello para obligarla a poner el rostro en su pecho.
La señora Harker tenía el camisón blanco manchado de sangre y un hilo de gotas chorreaba hasta el pecho desnudo del hombre, que sobresalía de su chaqueta entreabierta.
Ambos parecían la horrible imagen de un niño que obliga a un gatito a meter el hocico en un recipiente de leche para hacerlo beber.
Tan pronto como entramos en la habitación, el conde tornó la cabeza y el rostro infernal, que había escuchado a otros describir, brotó inmediatamente.
Sus ojos se encendieron de rojo con pasión diabólica. Las fosas nasales de la blanca nariz aguileña se abrieron ampliamente y tremolaron.
Y los dientes blancos y puntiagudos, detrás de los labios carnosos, chorreando de sangre, chasquearon al unirse como los de una bestia salvaje.
Luego arrojó el cuerpo de la víctima en la cama y se abalanzó sobre nosotros.
El profesor Van Helsing le mostró el sobre que contenía la hostia sagrada. El conde se detuvo de inmediato y se encogió.
Los demás elevamos crucifijos y, mientras avanzábamos, el conde se fue encogiendo más y más.
De pronto, la luz de la luna desapareció por efecto de una densa nube negra que atravesaba el cielo.
Y en el instante en que Quincey encendió la lámpara de gas con un fósforo, no vimos nada más que un vapor tenue”.
Los esposos despertaron.
Pero ya era demasiado tarde. Mina había bebido de la sangre de Drácula y, como Lucy, empezaría su transición hacia el reino de los que nunca mueren.