Nadie sabe el perfil de los posibles resultados para los comicios de 2016; nada está escrito en la antesala de los comicios de junio. Los partidos tienen diversos posicionamientos, pero son los candidatos y sus campañas lo que determinarán el resultado final. Lo singular de estos tiempos y solo para algunos estados son los candidatos independientes y un particular humor social en el que prevalece el desencanto o el pesimismo. También una creciente presencia del segmento joven activo, pero ajeno a las formas tradicionales de comunicación y convivencia, por su apego al mundo digital.
Los candidatos independientes en ciertas circunstancias tienen el potencial de desplazar como opción al conjunto del sistema de partidos. Un ejemplo reciente fue Nuevo León; una lectura mala subestimó la capacidad de Jaime Rodríguez de dar cauce a un deseo de cambio más allá del tradicional bipartidismo. Persistió, más en el PAN que en el PRI, la idea de que el enemigo a vencer era el de siempre; incluso el candidato del PAN, Felipe de Jesús, trató al independiente con el comedimiento de un aliado en la misma lucha, mientras éste ganaba terreno incluso con los electores tradicionales de los dos partidos a causa de que el desafecto con lo que existe no conoce de lealtades partidarias. La historia puede repetirse en varios estados y se explica por el desencanto no solo sobre los gobiernos y los tres grandes partidos históricos, sino del conjunto del sistema institucional.
No es suficiente ser independiente para ser competitivo y, eventualmente, ganar el cargo; es imprescindible ser un opositor férreo del conjunto y personificar el ánimo de revancha o venganza sociales sobre los gobernantes y sus partidos. Ser antisistémico es la cuestión (Liébano dixit). Incluso se puede ser antisistémico bajo las siglas de un partido. Es el caso de López Obrador o la misma Claudia Pavlovich en Sonora. Finalmente la eficacia de los antisistémicos dependerá del ánimo social y de la intensidad del sentimiento respecto a quien gobierna.
Lo que llaman humor social no es un estado de ánimo colectivo circunstancial, sino una forma de ser. Lo relevante es ese tercio de los electores dominado por el enojo y la indignación al régimen existente, el que se acompaña aproximadamente de 40 por ciento de escépticos. La demografía de los indignados no es clara, sí su geografía. Es mucho más evidente en las metrópolis y en la población con mayor instrucción. También les caracteriza una mayor proclividad al mundo digital y casi siempre son los guerrilleros portadores del insulto y fastidio que pulula en la red. No son los más jóvenes, pero tampoco los más viejos. La economía es una causa importante del desencanto, pero no es todo. Se ha perdido la esperanza y políticamente solo les mueve las posturas antisistémicas, aunque adviertan el vacío de la propuesta para lo que más afecta: economía y seguridad.
En este escenario el PRI estaría de antemano derrotado y difícilmente prevalecería en mas de seis estados. No es el caso porque cada estado tiene su propia realidad y circunstancia. Ejemplo: en Chihuahua habrá un independiente competitivo, no así en Tamaulipas. En Oaxaca el antisistémico es un desafecto del PRD, Benjamín Robles, pero competirá por el PT si es que supera la impugnación judicial a su candidatura por sus ex correligionarios. En Veracruz y Zacatecas la competencia se dará entre partidos. El PRI, mejor que el PAN, ha sabido tejer alianzas. Con la fragmentación del voto opositor, el tricolor puede prevalecer con clara ventaja como aconteció en la elección pasada en Colima, donde la clave no fueron los votos del PRI o PAN, sino los de Movimiento Ciudadano. La concurrencia de opciones competitivas plantea un escenario diferente y complejo que favorece al partido con mayor densidad electoral histórica.
El segmento clave para entender el perfil futuro de las preferencias para la sucesión presidencial en 2018 es el de los jóvenes con una edad menor a los 30 años, ahora llamados Millennials, también conocida como generación Y. La radiografía de este grupo de edad muestra características particulares que anticipan una realidad más compleja. No son antisitémicos, pero tampoco optimistas. Son más participativos, pero no les entusiasma la forma tradicional de la política ni sus personajes. Viven y conviven en el mundo digital y son ajenos o refractarios a los medios tradicionales de comunicación, de allí el valor de la postura del PRI y de su dirigente, Manlio Fabio Beltrones, al pronunciarse por el "Internet para todos".
Las elecciones de 2016, como ocurrió con las de 2015, son un anticipo de lo que serán los comicios presidenciales de 2018. Desde ahora se perfila un cambio profundo, porque las formas tradicionales de la política padecen un amplio descrédito y en algunos casos rechazo, de cara a una sociedad compleja que demanda mucho y recibe poco.
[email protected]
Twitter: @berrueto