La búsqueda.
El enorme descontento que había causado la lenta o nula actuación de los gobiernos estatales y nacional frente a la emergencia nacional de violencia feminicida, tocó un fondo estos últimos días. Los casos de Ingrid y Fátima fueron la chispa que detonó en estos momentos la rabia del grupo de población en México que es asesinado con odio por el simple hecho de ser mujeres.
Ellas se han vuelto la oposición que el “nuevo” gobierno creía que no enfrentaría al confiarse del alto nivel de aprobación y carisma que tiene su presidente. El gobierno debe prestar mucha atención a esta oposición, y por ningún motivo minimizarla. Porque, ¿cómo podría comprar a las madres de hijas asesinadas o desaparecidas que son madres sustitutas, abogadas y detectives por obligación? ¿Cómo acallaría las voces de las que aprendieron a gritar para ser escuchadas o para llamar la atención en un caso de peligro? ¿Cómo cooptaría un grupo de personas que no creen en ti, en tus instituciones, en tu agenda o en tus recompensas?
La única estrategia para lograr todo lo anterior, es la única que no está siendo revisada por los gobiernos. La acción planeada, pensada, estudiada, articulada, apoyada; la de atender la raíz del problema (educación, impunidad, negligencia, desigualdad, violencia, precarización, salud, etc.).
Hasta ahora lo único que hemos visto en ya más de un año del gobierno morenista son distractores (Lozoya, la rifa del avión presidencial), discursos panfletarios y victimistas reflejo de una falta de sensibilidad y entendimiento sobre el problema que representa la violencia contra las mujeres y decepcionantes acciones como un decálogo irrisorio y vacío o la revictimización de una familia.
Nada de esto beneficia a las mujeres, a la sociedad ni a todas las víctimas, ni les acerca a la justicia que aguardan todas.
A Ingrid y a Fátima le fallamos todos, el gobierno, los representantes, los vecinos, la escuela, la policía, todos.
Por eso buscar culpables en este círculo de violencia que envuelve a toda la sociedad y a todos los niveles de gobiernos es un camino sin fin. Busquemos el inicio de políticas públicas que les enseñen a los hombres a no violar, a no matar, que les brinden las oportunidades y la educación necesaria para hacerlos conscientes de sus decisiones y acciones, que garanticen la vida, seguridad e integridad de niñas y mujeres, que acaben con la desigualdad en nuestra sociedad, esa debe ser la misión.