Las últimas semanas han sido escenario de múltiples asesinatos, quemas de negocios y transportes entre otras amenazas visibles ocasionados por grupos del crimen organizado. Tan solo la primera semana de agosto, 560 personas fueron asesinadas en el país, un promedio de 80 casos diarios. La situación es alarmante no solo por el número de homicidios, que es motivo de preocupación desde hace mucho tiempo, sino por el modus operandi de las células criminales. La sistematicidad y aparente organización con la que se realizaron ataques simultáneos y el agravio directo a civiles, pone en evidencia la debilidad del estado de derecho y la cada vez mayor libertad con la que se atreven a operar los delincuentes. Más allá de los números y las conjeturas que puedan hacerse sobre los recientes sucesos, esta columna comparte una pequeña muestra de la voz de personas de Ciudad Juárez, Tijuana y diversos municipios de Guanajuato y Michoacán, que sobreviven cada día la violencia:
¨Quiero que mi fé sea más grande que miedo porque tengo que salir a trabajar por la necesidad que tenemos¨
¨Esto que nos pasó fue muy feo. Tengo a mi hijo en el CERESO, tuve angustia, miedo y desesperación de no saber nada de él¨
¨Iba pasando por la Talamantes donde hubo balacera, una bala me paso muy cerca y tengo mucho miedo, corrimos a donde creímos que estábamos seguros, pero aún me cuesta dormir¨
¨A pesar de que me tocó vivir esto ya en 2009-2010, toda la narcoguerra, volví a sentir miedo de salir y de que vuelva a haber balaceras¨
¨Vivimos enfrente de donde quemaron un camión, los vecinos entrarmos en pánico y todos nos encerramos, nadie salió durante estos días, todo cerró, como si fuera una zona de guerra.¨
¨Tengo pánico, no es normal que maten personas, me da más tristeza y preocupación porque tengo hijos, tengo miedo¨
¨Mataron a mi hermano y eso me tien mal, ahora con esto de nuevo siento pavor, no quiero salir y no puedo dormir¨
¨Es muy feo salir de tu casa y estar con esa insertumbre si volveráso no con bien a tu casa¨
¨Este tipo de cosas me hacen desear que la ciudadanía se arme, porque estamos impotentes, maniatados, sin poder hacer nada al respecto, no se puede estar así. La inseguridad se ha vuelto una costumbre en nuestra vida, que olvidamos en cuestión de días lo que pasó”
¨Yo trabajo en el Oxxo, nos dieron aviso oficial de abrir la tienda, pero la verdad por seguridad de muchos de nosotros no asistiremos a trabajar. ¨
“Siento desconfianza porque ya no puedes hablar con todos, ya no sabes quién es agente de ley legítimo”
¨ El potencial de esta región se ve demacrado por el esteriotipo de violencia con el que el mundo nos reconoce¨
¨Viví un fin de semana de terror por mi pareja que salía de noche, por mi madre que salía a su trabajo en la noche y por mis hermanos, ya que amigos periodistas cercanos murieron sin justificación
¨soy enfermera, me tocó trabajar el jueves por la noche cuando dieron la amenaza de que nadie saliera, todo el camino había negocios cerrados… varios de mis compañeros por el miedo prefirieron quedarse a dormir en el hospital¨
“Luchamos con nuestros propios miedos, que no son tan ajenos a las realidades que nos enfrentamos.”
¨soñé que regresaba la violencia cuando había balaceras a diario y cuerpos ejecutados tirados en las calles¨
“Ese día iba en camino a mi trabajo cuando me hablaron que me regresara. Claramente iba con temor que me pasara algo, incluso mandé ubicación a las personas más cercanas para si llegará a pasarme algo, supieran donde estaba”
La inseguridad y el terror afecta la dinámica de vida y la salud mental de las personas. Tras la polarización política y el debate público en torno a la violencia, quedan estas voces y relatos de impotencia, miedo y resignación para recordarnos que, más allá de las estadísticas, la inseguridad permea en cada rincón y experiencia de la vida de las personas. Tantas historias personales, de familia, proyectos y sueños truncados por una realidad, que si bien se ha vuelto cotidiana, no debemos normalizar.