Política

Predator

Una sociedad que hace orgullo y prestigio de sus depredadores es una sociedad decadente y pervertida. Hasta tal grado ha llegado la penetración del neoliberalismo importado desde el Consenso de Washington (que nosotros no consensamos) que ahora se puede publicar a todo lo ancho de una de las avenidas importantes de la Zona Metropolitana de Guadalajara un gran anuncio elogiando lo elegante que es, y digno de prestigio, ser depredador.

Depredador es el macho que maltrata y viola mujeres indefensas, porque “son inferiores”. Depredador es el que escamotea a los trabajadores el pago de su esfuerzo personal. Depredador es el que extorsiona aguacateros y tala montes sin replantar. Depredador es el que saquea el subsuelo matando mineros, envenenando la Madre Tierra y contaminando ríos. Depredador es quien apela a una enmienda constitucional para poseer armas de alto poder “para defensa propia” en una sociedad regida por la ley y el orden.

Depredador es, por definición, el que recurre a la violencia para arrebatar lo que no es suyo, y despojar a otros, más débiles, de sus derechos.

Lo más opuesto y contradictorio a los principios de libertad, igualdad y fraternidad que deben regir nuestra convivencia republicana, sin castas coloniales.

El elogio de la violencia es la más abierta contradicción a los derechos humanos, que son la base y punto de arranque de nuestro Pacto Nacional centenario. Del mismo modo que están en contradicción abierta y directa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, suscrita en París el 10 de diciembre de 1948 y hoy ratificada prácticamente por los casi 200 estados nacionales de la tierra.

Nuestros vecinos del Norte han constituido, sin duda, una sociedad por muchos conceptos ejemplar y digna de elogios y de imitación. Entre muchos de esos logros y méritos ciertamente no puede incluirse el prestigio de ser depredador: ni en lo individual, ni en lo colectivo.

Una nación que declara en su fundación que “we are all born equal”, logra su prosperidad agrícola inicial sobre el sudor y la sangre de los esclavos arrebatados con violencia depredadora de sus aldeas. Casi 100 años desde su independencia, y después de una sangrienta guerra civil, suprime la esclavitud, pero restringe la ciudadanía.

Para no hablar de Guantánamo, del Canal de Panamá “pro mundi beneficio”, o de Hawái. De las bases militares establecidas en más de 80 países de todo el orbe, incluidos Ecuador y Puerto Rico.

Grandes pensadores profundos de su sociedad han hecho notar la incongruencia de sus proclamas en favor de la paz y la democracia con ese sustrato subconsciente prestigiando al depredador. No es aceptable una sociedad donde es elogioso ser pequeño “pero muy agresivo”.

Peor debe serlo para hacer propaganda comercial de un licor, que apela a un subconsciente machista.

La autoridad municipal: el ayuntamiento debe cuidar, aunque parezca exagerado, la ética cívica de los derechos humanos hasta en los anuncios comerciales que autoriza; no puede haber elogio de la violencia social y de la rapacidad, ni siquiera en el nivel subliminar de un cartel de anuncio comercial en una gran avenida, vendiendo licor.

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Esteban Garaiz
  • Esteban Garaiz
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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