Adiós dolido a Samuel Melendres
Hace 100 años circulaba en el ámbito europoide un libelo, de clara orientación nazi-fascista, que alertaba a la juventud inquieta de entonces sobre el control de la vida social de la Humanidad, a través de manipulaciones financieras anónimas: Los Protocolos de los Sabios de Sión.
Ha aparecido en los medios de comunicación la manipulación criminal por la vía electrónica por un grupo delictivo, hasta ahora desconocido, que se hace llamar Dark Side, al que se le atribuye de origen ruso, aunque no queda claro con qué elementos.
El FBI menciona a Dark Side como responsable de un “hackeo” enorme, que ha dejado fuera de servicio nada menos que a la red de oleoductos de una parte considerable de los Estados Unidos. Pánico, suspensión de servicio en ese ramo estratégico, por desabasto y naturalmente alza de precio, al menos temporal.
En los medios políticos norteamericanos ya comienza a ponerse en duda si detrás del desastre provocado no está el propio gobierno de la Federación Rusa. Automáticamente las elucubraciones se retrotraen al destape de jóvenes expertos electrónicos rusos que descubrieron hace cuatro años cómo el equipo de la entonces candidata Hillary Clinton estaba bloqueando la precandidatura del “socialista” Bernie Sanders. Lo cual, incluso, llevó a que se revolviera con una supuesta alianza entre Donald Trump y el propio presidente de Rusia Vladimir Putin.
Sean o no rusos los “hackers” de Dark Side, el hecho real es que se ha puesto a la perplejidad ciudadana de todo el mundo la trascendencia que tiene hoy, y en lo sucesivo, el control electrónico de cualquier organización social humana: sea de carácter económico, técnico, electoral, financiero, religioso o simplemente de los derechos humanos esenciales.
De ahí el gran recelo que ha surgido entre la ciudadanía medianamente informada sobre el manejo de sus datos personales. Cuando hace 50 años los miembros de la clase media se sentían complacidos de que sus datos aparecieran en el directorio telefónico. Hoy se comercializan, legal o ilegalmente, esos datos; y ha surgido toda una rama laboral que trabaja con ellos.
Ya las agencias noticiosas informan que Pipeline pagó el rescate forzado por un total de 5 millones de dólares. Al parecer, el oleoducto más importante de Estados Unidos, que transporta diariamente 100 millones de galones de gasolina, diésel y turbosina combustible para aviones ha reiniciado sus operaciones. La coyuntura está superada.
Ahora bien: en el aire queda a partir de ahora la gran incógnita. Porque el éxito de la operación también, y principalmente, engendra un precedente a seguir con éxito. Colonial Pipeline pagó el rescate con criptomoneda.
Ahí está el meollo del asunto. De ahora en adelante los trabajadores-consumidores del planeta, vinculados como estamos a la economía global, entramos de golpe y sin nuestra voluntad a la nebulosa financiera de los Sabios de Silicon Valley, sin vínculo cierto con la economía real: la del trabajo, producción y consumo de los seres humanos.
Dinero inventado que domina trabajo y producción real. Dinero imaginario sin respaldo en trabajo. Atentas, nuevas generaciones.