Los políticos corruptos incapaces de gobernar, de contener una pandemia… infalibles a la hora de enriquecerse a expensas de la misma, el séquito de sabios-marionetas que les asisten a erigir su farsa… El miedo que infunde “La peste”, ese jinete invisible, impecable que atraviesa puertas y muros, que acecha incluso la tranquilidad de los confinados que tratan de sobrellevar su encierro de la mejor manera, estas y otras imágenes que leímos, escuchamos y vimos antes en algún libro, cuadro o en el cine, se apropiaron de la vida cotidiana.
A lo largo de un año que la pandemia del COVID-19 comenzó a extenderse en todo el mundo estas escenas, ahora “historias reales del confinamiento”, podemos incluso verlas una y otra vez en las pantallas de nuestros dispositivos electrónicos.
Los estragos de la pandemia por todo el planeta, nos han venido a recordar que la muerte siempre nos acompaña, que la fragilidad de la vida es una condición de la misma, aunque nos resulte incómodo pensar en ella… Cuesta creer que el puente de regreso a la normalidad en la que vivíamos antes de la oleada virulenta se rompió, una nueva incertidumbre se ha apilado a nuestros hombros para no irse…
Son lamentables las miles de muertes por COVID-19 en el país, que se suman a los miles de homicidios y desaparecidos que ya ocurrían y siguen ocurriendo en México. El deterioro de la ya precaria calidad de vida que prevalece en la mayoría de la población desde hace tiempo crece.
En Jalisco, la realidad es abrumadora y la Administración estatal que encabeza el gobernador Enrique Alfaro lejos de colaborar en coordinación armónica con la federación en la lucha contra el COVID-19 (cuando pudo resultar más efectiva para paliar la situación) y resolver, por otro lado, los asuntos que aquejan severamente a todas sus secretarías, ha puesto mayor atención en discurrir de un equívoco a otro, en engrosar la deuda estatal y propagar costosamente en redes sociales mensajes y discursos a modo, con protagonismo exacerbado y que sólo muestran cuán lejos se encuentran de máximas tan básicas como aquella que versa: Facta non verba (hechos no palabras).
La renuncia de Giovana Jaspersen de la Secretaría de Cultura estatal, luego de dos años y meses de haber tomado el puesto, es relevante o no, según como se mire. Si consideramos que su renuncia se suma a varias que se han dado en esa dependencia desde los primeros meses de su funcionamiento es relevante. Tantas renuncias y el hecho de que hasta el momento direcciones como las de danza o las de publicaciones estén acéfalas, habla de un grupo incompleto, inestable, poco comprometido con el cargo que tomaron.
Debe considerarse además que este puñado de funcionarios en cuestión echó abajo programas fundamentales de promoción cultural heredados por décadas sin aportar un plan estratégico efectivo igual o mejor para sustituirlos. Han actuado como pseudo gestores culturales, insensibles y desconocedores de la comunidad cultural y de la administración pública y han operado espacios de gobierno como si se tratara de centros culturales privados o galerías privadas con tintes elitistas.
Estos funcionarios a poco más de dos años de Administración, aún siguen buscando quien “Externo a Jalisco”, les solucione su trabajo, quién les de un plan, quién les diga cómo hacer las cosas.
Por fortuna en lo que siguen encontrándose y llegan a inventar el agua tibia, me parece importante que otro grupo numeroso de artistas locales, entre los cuáles hay quienes han sido tratado con desdeño a pesar de la experiencia en su campo, haya logrado concretar en un documento, una serie de peticiones que hoy les harán llegar y en donde se le plantea que a falta de Plan de Cultura en Jalisco, al menos, se restablezca a la brevedad lo que echaron abajo en tan poco tiempo. Ojalá se de el diálogo seguido de acuerdos y acciones en beneficio de la comunidad cultural del estado.