Política

Peribús, Paseo Alcalde y el futuro de Guadalajara


Debo de decir que me sorprenden algunas coberturas mediáticas sobre el inicio de operaciones de Mi Macro Periférico (el autobús confinado que correrá por el anillo periférico). Notas que dicen “habrá más tráfico”; encuestas que le piden a los automovilistas que identifiquen donde habrá cuellos de botellas. Dicha cobertura mediática obedece a una adicción que tenemos los tapatíos por el automóvil privado. Nos convencieron de que el auto y las grandes avenidas eran sinónimo de modernidad. Veíamos por las películas los grandes “highways” de Estados Unidos y pensábamos: ése es el futuro. La realidad se nos estrelló en la cara.

Guadalajara creció sin ton ni son. Privilegió el auto y las inversiones para transporte público se desplomaron. Las grandes obsesiones de los gobiernos -para contentar a las clases medias- suponían erradicar los semáforos de las avenidas y construir pasos a desnivel a diestra y siniestra. Francisco Ramírez Acuña, gobernador en el sexenio 2001-2007, nos heredó una avenida como López Mateos con pocos semáforos, pero intransitable a muchas horas del día. Una avenida que de día es un estacionamiento gigantesco y de noche es un peligro permanente. Emilio González, gobernador en el sexenio 2007-2013, se encaprichó con hacer del corredor Lázaro Cárdenas-Vallarta, una vía rápida sin semáforos. Devastaron el arbolado, construyeron pasos a desnivel y todo para que la velocidad no supere los 15 kilómetros por hora en muchos momentos del día. Monumentos al auto privado que nos dejaron avenidas colapsadas y barreras urbanas que separan a los ciudadanos.

Esta es la Guadalajara que tenemos hoy. La ciudad que creció pensando antes en los intereses económico que en el bienestar de la ciudad. Creció en dispersión y en precariedad. Hoy, tenemos un centro de Guadalajara abandonado, en donde nadie quiere vivir. Tenemos periferias que aglutinan a cientos de miles de trabajadores en cotos inmensos, pero que coexisten con el abandono permanente de vivienda en municipios como Zapopan o Tlajomulco. Cinturones de riqueza inmensa, comparables con el primer mundo, y a unos metros franjas pauperizadas con caminos de tierra. Lo único que puedo sostener es que Guadalajara, como ciudad, no puede seguir apostando a ese modelo de ciudad. Nos daña la salud, pone en riesgo nuestras vidas y nos hace infelices.

Luego de los gobiernos panistas, los últimos dos sexenios han comenzado a cambiar la visión de lo que supone la Guadalajara del futuro. Han sido tímidos para no perturbar intereses, pero se han atrevido a apostar por el transporte público y la movilidad no motorizada. El priista Aristóteles Sandoval empujó la obra de transporte público más importante de la historia de la ciudad. Una inversión multimillonaria para transformar con el tren uno de los corredores -La Diagonal- que mueven más gente en el país. A la Línea 3 todavía le falta interconexiones e implantación, pero es un cambio que viene a mejorar la vida de los tapatíos. Hubo ampliaciones a la Línea 1 y se apostó por proyectos como Mi Bici que han tenido una gran acogida entre la ciudadanía. Incluso, el origen de Mi Macro Periférico lo encontramos en el sexenio anterior.

El actual gobernador, Enrique Alfaro, también ha optado por el transporte público y no por las inercias de privilegiar al auto privado. El BRT de Periférico, y el proyecto en su conjunto, es una de las trasformaciones urbanas más importantes de la historia de la metrópoli. En términos reales, es corregir un error histórico: el periférico debe ser una avenida como cualquier otra, en donde peatones y ciclistas tengan los mismos derechos para la movilidad segura que los automovilistas. El periférico pasa de ser un símbolo de dispersión y un homenaje al auto a ser una avenida que puede cohesionar y mover sustentablemente a cientos de miles de personas. El periférico que hoy es el circuito en donde más personas mueren, a un anillo en donde la movilidad se da a una velocidad más baja y en donde existen distintas alternativas de transporte. Claro que el proyecto traerá reproches, pero son pasos atrevidos en la vía correcta. Y es posible que tengamos una Línea 4 hacia Tlajomulco a final de sexenio. Se ha hecho más transporte masivo en la última década que en los cincuenta años anteriores. Habrá muchas críticas, y falta atrevimiento para ir más rápido, pero la Guadalajara del futuro sólo se puede construir desde una forma distinta de entender la movilidad.

Paseo Alcalde es otro ejemplo. Es una de las intervenciones más esperanzadoras que han existido en Guadalajara. Como estudiante de Ciencias Sociales, recuerdo Alcalde como una avenida intransitable, contaminada, con banquetas pequeñas, accidentes, ruido. Un horror. La belleza de nuestro Centro nada tenía que ver con ese monumento al caos. Costó mucho, pero Paseo Alcalde hoy es un lugar con vida. Gente caminando, en la bici y conversando. Faltan muchos servicios, cafés, restaurantes, cultura. No obstante, hace años era impensable que el centro de Guadalajara estuviera al servicio del peatón y no del auto privado. Fue una conquista del espacio público. En aquellos ayeres decían: la obra generará colapso de la zona. Hoy, en 2022, el colapso no está por ningún lado. Y nos dimos cuenta que si pensamos distinto podemos vivir mejor.

En el fondo, los tapatíos necesitamos sacudir nuestra cultura urbana. Lo que se hizo desde los ochenta condenó a Guadalajara a un modelo depredador de áreas verdes y espacios públicos para dar paso a su majestad el automóvil privado. Eso ya no sirve (nunca sirvió realmente). Es tiempo de marcha atrás. Bajarle la velocidad a la ciudad para fomentar la vida e impedir muertes; árboles en lugar de cemento; parques lineales y reducciones de carriles; zonas peatonales que nos hagan converger; transporte masivo y eficiente frente al atasco automovilístico de cada mañana; traslados breves y con alternativas, y no pasar dos o tres horas en auto por día. Cambiar la ciudad no es sólo cambiarnos la vida a nosotros, sino sobre todo luchar contra la crisis del cambio climático que amenaza la existencia misma de la humanidad. Guadalajara ya no puede ser la misma y debe decidir si sigue obsesionada con el auto, o si imaginamos un futuro que nos brinde mayor calidad de vida.

Enrique Toussaint


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