Política

La disputa por Casa Jalisco en seis claves

Enrique Toussaint
Enrique Toussaint

Hay poca información demoscópica de calidad, pero podemos decir que la gubernatura quedará entre Pablo Lemus, candidato de Movimiento Ciudadano, y Claudia Delgadillo, candidata de la coalición de Morena y satélites. Laura Haro, del Frente (PAN, PRI, PRD) tiene bajísimas opciones de colarse en la batalla. En este escenario, ¿cuáles son las claves para entender la contienda? ¿Qué variables pueden beneficiar a cada uno de los tres aspirantes?

La primera, el ganador necesitará más votos que en elecciones anteriores. Hace 24 años, Francisco Ramírez Acuña -PAN- necesitó de 983 mil votos para hacerse de la gubernatura. Emilio González Márquez -también panista- ya necesitó de un millón 293 mil y Aristóteles Sandoval -PRI/PVEM- de un millón 309 mil. Enrique Alfaro de un millón 354 mil votos. Es decir, de 2000 a 2018, se han necesitado 40% más de voto para ganar el estado. Con esta tendencia, el próximo gobernador o gobernadora tendría que superar la barrera del millón 400 mil votos. No obstante, aquí entra la segunda clave.

Dos, no hay fragmentación en el escenario político jalisciense, a diferencia del pasado. De 2000 a 2024, el promedio de candidatos a la gubernatura por proceso electoral ha sido de 6.25. Siendo la elección de 2000 la más fragmentada (11 candidaturas) y la de 2006 la menor (cinco). En los últimos comicios para gobernador, siete aspirantes estuvieron en la boleta para llegar a Casa Jalisco. Enrique Alfaro -ganador- y Carlos Lomelí -segundo- concentraron dos de cada tres votos. No obstante, uno de cada tres fue a parar a candidaturas testimoniales. La fragmentación jugó a favor de Enrique Alfaro de la misma manera que le jugó en contra en 2012 (por la presencia de Fernando Guzmán en la boleta). Por primera vez, Jalisco elegirá gobernador o gobernadora con solo tres opciones que representan a nueve partidos.

Por lo tanto, sólo tres opciones implican que el ganador tendrá que superar, por mucho, el número de votos que obtuvieron Paco, Emilio, Aristóteles y Alfaro. Hagamos el cálculo. Si sacamos un promedio de las últimas cuatro citas con las urnas, en Jalisco votará el 62.5% del listado nominal. Esto quiere decir que saldrían a las urnas, en un escenario normal, más de 4 millones de electores. Con el crecimiento de la lista en los últimos años, estos son 600 mil votantes más que en 2018. Esto quiere decir que quien quiera ser el inquilino(a) de Casa Jalisco tendrá que superar la barrera del millón 700 mil votos. Partiendo de un hecho, que lo señalé al principio del artículo, es una batalla entre dos: Lemus o Delgadillo. No vemos por ningún lado la famosa elección a tercios.

Otra clave: la cuarta. El porcentaje de votación. ¿Qué nos dice la historia? Primero: que el jalisciense ha votado cada vez menos desde el 2000. De aquella elección que abrió la alternancia presidencial a la última elección a gobernador, hay una caída de nueve puntos en la votación de la sociedad jalisciense. Particularmente relevante: en 2018, cuando por primera vez desde que hay democracia, votaron menos de seis de cada 10 jaliscienses. ¿Por qué? Simple: todas las encuestas apuntaban a una victoria inevitable de Andrés Manuel López Obrador. En el pasado, ser un dique frente al hoy presidente fue un poderoso incentivo del voto. Eso no sucedió en 2018.

Eso nos lleva a una clave más: el efecto Claudia. El oficialismo ha querido construir una narrativa muy clara: la victoria de Sheinbaum es inevitable. Algo parecido a lo que hizo Peña Nieto en 2012. Si ese relato cuela entre los jaliscienses, es posible que haya un debilitamiento de las tasas de participación. Por el voto duro y la implantación de programas sociales, una votación baja favorece a Morena mientras que una votación alta favorece a Movimiento Ciudadano. Alfaro logró ganar por amplio margen en una elección de relativa baja votación, pero recordemos que Morena no tenía la implantación que hoy tiene en Jalisco.

Sexta y última: el ampliamente discutido, voto cruzado. Ante la debilidad de la candidatura de Jorge Álvarez Máynez, incluso en Jalisco, los tres candidatos necesitan escenarios electorales distintos. Por ejemplo, Claudia Delgadillo necesita rascar un porcentaje de votos alto de Claudia Sheinbaum, algo que no logró Carlos Lomelí en 2018 (sólo 1 de cada dos votos para López Obrador también tachó la casilla de Lomelí). Laura Haro necesita subirse al tren de Xóchitl Gálvez. Evitar que la mayoría de los votos de la candidata opositora vayan a parar a MC. Para Lemus, el objetivo es “cachar de ambos lados”. Mantener el voto duro de MC, jalar la mayoría del voto para Xóchitl y evitar que Delgadillo se haga con una tajada de relevancia del voto para Sheinbaum. Es el juego de dos niveles, teorizado por Robert Putnam.

Cada campaña tiene su historia. Creo, como lo escribí el 10 de febrero pasado: Lemus tiene toda para ganar. Sus frentes son una baja participación y un voto de castigo por la campaña nacional de MC. Al final son 90 días para ver si el proyecto emecista, que naufraga en el país, se puede sostener desde Jalisco. 


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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