Mark Thompson, ex director del New York Times y la BBC, escribió un provocador libro que se tituló en castellano: Sin palabras, ¿Qué ha pasado con el lenguaje en la política? Thompson demuestra cómo el lenguaje político está perdiendo su capacidad explicativa de la realidad. Y, no solo eso, la desconexión entre la ciudadanía y la clase política ha supuesto la aparición de una gramática demagógica que simplifica lo que vivimos. Ante la complejidad del mundo, la simplificación del demagogo. Donald Trump, Boris Johnson, Jair Bolsonaro o Andrés Manuel López Obrador son ejemplo de la reaparición de la retórica del demagogo.
La narrativa es un cimiento del régimen de la autollamada Cuarta Transformación. La narrativa no es difícil de descifrar. Va más o menos así: el actual Gobierno lucha por las causas justas y debe enfrentar el complot de los poderes fácticos para derrocarlo. Es el discurso del enemigo interno. ¿Para qué sirve? Para identificar al enemigo del proyecto político y cohesionar a la base política. Las consultas, la de agosto y la revocación, sirven para tener movilizada a la militancia y a los simpatizantes. El relato concluye con la advertencia del golpe de estado. No falla, todos los autoritarismos del mundo necesitan azuzar el miedo al golpe de Estado para construir permanentemente al enemigo.
Fue el doctor Hugo López-Gatell quien ondeó la bandera del golpismo. En una entrevista, el encargado de comunicar las acciones frente a la pandemia sostuvo que detrás de las protestas de padres de familia de hijos con cáncer existen intenciones golpistas. Es difícil explicar la declaración porque no hay sentido en la frase, pero la alusión al golpismo retrata con nitidez la imagen que este Gobierno tiene del disenso. Nadie puede disentir de este Gobierno con legitimidad. Quien lo hace, protege a algún interés inconfesable. Son marionetas de la oligarquía que quiere tumbar a López Obrador.
Un golpe de Estado es la interrupción de forma violenta del ordenamiento constitucional y el funcionamiento de los poderes de una democracia. En América Latina sabemos lo que son los golpes de Estado. El Gobierno también sabe que no hay ni la más mínima probabilidad de un golpe a la democracia en un país como México. López Obrador ganó las elecciones y debe gobernar hasta el último día de noviembre de 2024. La mentira de López-Gatell tiene un doble propósito: uno burocrático y el otro político. El primero, tapar la ineficiencia de la actual administración federal. Como ha pasado mucho en este Gobierno, un diagnóstico óptimo, pero una implementación absurda. Es cierto, hay corrupción en la compra de medicamentos (alguno de los implicados ha sido candidato de Morena). Es cierto, las empresas farmacéuticas han monopolizado el sector y han utilizado la corrupción para proteger sus intereses. ¿Había que combatir la corrupción? Sí, pero siempre protegiendo el abasto de medicamentos. La ciudadanía y su derecho a la salud deben estar por delante. La regaron y hay víctimas de sus errores: los enfermos de cáncer en México.
Y el otro propósito: el político. López-Gatell no se equivocó. Más que un tropezón, es una advertencia. Es golpista quien no se plegue. Y es que, en el fondo, el Gobierno de López Obrador necesita destruir la credibilidad de cualquier causa legítima. Recordemos, solo los autócratas llaman golpistas a quien critica al Gobierno. Aviso a navegantes.
@eftoussaint