Soy un obsesionado de las encuestas. De las encuestas serias. Cada vez son menos, pero sigue habiendo casas encuestadoras que no venden sus números al mejor postor. No obstante, también conozco sus límites y sesgos. Tengo presente aquella frase que se repetía mucho en el pasado: las encuestas son como los bikinis, muestran mucho, pero esconden lo importante. Hay múltiples ejemplos de empresas demoscópicas honestas que no supieron reflejar el ánimo popular. O que fueron incapaces de calibrar el movimiento de las placas tectónicas en la sociedad.
Jalisco tiene ejemplos por doquier. El más evidente fue la elección de 2012. Consultar las encuestas de aquellos ayeres es como dar un paseo por la galería del horror. El promedio de las encuestas situaba a Enrique Alfaro, al inicio de la contienda, entre el tercero y el cuarto lugar. No faltó quien puso al hoy gobernador por debajo de Fernando Garza -candidato del PRD-. La realidad es que Alfaro se quedó a nada de empatar a Aristóteles Sandoval (3.5 puntos). El Partido Verde fue la diferencia. La mayoría -por no decir casi todas- de las encuestadoras no supieron medir que el fenómeno Alfaro era impulsado por una clase media metropolitana que se hartó del PAN, pero que tampoco quería de regreso al PRI que expulsó en 1994.
Qué decir de 2015. Las encuestas locales no supieron medir ni el fenómeno Alfaro en la ciudad ni tampoco la irrupción de Pedro Kumamoto. Días antes de la elección, las empresas de demoscopía daban victorioso al PRI en Zapopan y por goleada en Tlaquepaque. La historia ya la conocemos: MC barrió en la ciudad y se convirtió en la primera fuerza parlamentaria. “Kuma” irrumpió ganando el otrora distrito más panista del país. Ninguna encuestadora fue capaz de prever el terremoto.
En 2018, tres cuartos de lo mismo. Las encuestadoras no fueron capaces de identificar que la sociedad jalisciense caminaba lentamente hacia la reconfiguración de otro bipartidismo. Si revisamos los estudios que se publicaban en septiembre-octubre de 2017 (hace exacto un sexenio), los datos avizoraban que la contienda por la gubernatura sería entre el alfarismo (MC) y el PRI que gobernaba Jalisco. A Carlos Lomelí, como abanderado de Morena, las encuestas lo colocaban en un dígito. Terminó como segundo por encima de los 25 puntos. MC contra Morena, el clivaje contemporáneo en Jalisco.
Todavía en 2018, la apasionante carrera para obtener los tres escaños de Jalisco en la Cámara Alta. Se publicó una encuesta de prestigio en noviembre de 2017 para saber quién adelantaba en las preferencias rumbo al Senado. Kumamoto apareció como primera fuerza indiscutible. El PAN como segunda. Morena como tercera y MC como cuarta. Según aquellos datos, los tres escaños hubieran quedado así: dos para los “wikis” -hoy Futuro- uno para el PAN. La realidad fue otra: MC ganó la elección y Morena entró como primera minoría.

La última elección: 2021. Vamos a creerle a las encuestas. MC se hubiera llevado un voto de castigo al estilo del PRI en 2015 o del PAN en 2009. Kumamoto sería alcalde de Zapopan. Tlaquepaque estaría en manos de Morena (Alberto Maldonado). Lomelí hubiera competido Guadalajara hasta el final (perdió 2 a 1). En el Congreso habría mayoría de Morena y los distritos federales de la ciudad habrían quedado en manos de Francisco Ramírez Acuña en el 10 o Morena en el 4 y el 6. Incluso, la Alianza Va por México en el 13. Las encuestas no fueron capaces de identificar que se estaba cocinando un voto anti-Morena muy marcado y que ese voto útil lo estaba capitalizando Movimiento Ciudadano.
En cada elección nos topamos con equívocos similares. Un poco más atrás. En 2009, nadie midió la fuerza con la que el PRI asumiría el control de la ciudad y el Congreso. Recuerdo que la mayoría de los estudios daban empate técnico entre los dos Jorges, Aristóteles Sandoval y Salinas Osornio. Tampoco estaban claras las victorias de Héctor Vielma en Zapopan y de Miguel Castro en Tlaquepaque. ¿Más ejemplos? En 2006, el voto anti-AMLO supuso la goleada electoral más grande de la historia de Jalisco. El PAN retuvo la gubernatura, la Zona Metropolitana de Guadalajara y el Congreso. El blanquiazul ganó 19 de 20 distritos.
Repito: soy un seguidor permanente de los estudios de opinión. Me interesa saber qué opina la gente. Sin embargo, creo que las encuestas se están equivocando -en Jalisco- en tres elementos. El primero, no están calibrando bien -porque es difícil encuestar en colonias de clase media y alta- la movilización que habrá de los tapatíos para impedir que Claudia Sheinbaum sea la presidenta. Los errores demoscópicos de 2006, 2012, 2015, 2018 y 2021 provienen de ahí: no entender que la clase media es y siempre ha sido el pivote electoral en Jalisco. Por lo tanto, quien encarne la oposición a Morena y su candidata, tiene un mercado de votos que se mueve en Jalisco entre el 60 y el 65%. MC Jalisco entendió eso en 2021 y por eso arrasó en 16 de los 20 distritos electorales y retuvo los gobiernos más importantes de la ciudad.
Dos, hay un altísimo grado de sesgos demoscópico hacia Morena en el levantamiento de datos. En concreto por el miedo de los encuestados a perder programas sociales si dicen que no votarán por Morena o que no aprueban al presidente. Este fenómeno no es nuevo. El sesgo también pasaba con el PRI Gobierno. No obstante, el sesgo actual es mayor. El presidente se ha encargado de decirle a todo el país que él entrega los apoyos y que la oposición los quiere quitar. No es posible que AMLO tenga una aprobación del 70% en Jalisco (como se ha publicado en medios locales) y que el promedio de las encuestas nacionales lo ubiquen entre un 56 y un 64%. ¿Alguien entiende que AMLO sea más popular en Jalisco que en el Sur de México? Ahí hay un sesgo evidente.
Y tercero, a 10 meses de la elección, las encuestas reflejan mucho más conocimiento que intención de voto. Por eso Lemus salía tan bajo en 2015. O por eso Lomelí estaba en el subsuelo en 2018. O Clemente Castañeda en la misma elección. O Juan José Frangie en 2021. Las precampañas -que aun no comienzan- y las campañas son las que provocan un alineamiento entre el nombre de candidato y la marca partidista. Las encuestas comienzan a ser verdaderos termómetros cuando se definen candidaturas y la ciudadanía entre en modo elecciones. Hoy, a tantos meses de votar, no estamos ahí. Las encuestas importan, pero con reservas.