México y Estados Unidos tienen una de las relaciones más importantes, pero también más complejas del mundo. Ambos países comparten fuertes lazos económicos y diplomáticos, además de una frontera de 3 mil 152 kilómetros. Más de 80 por ciento de las exportaciones que realiza nuestro país son hacia la uniòn Americana; sólo en 2021 se registró una cifra de 661 mil 164 millones de dólares correspondiente a importaciones y exportaciones y con tendencia creciente, en julio pasado, México reportó un crecimiento de casi 20 por ciento comparado contra el mismo mes del año pasado en sus exportaciones al país del norte. El alcance de la cooperación binacional se extiende a sectores como el del intercambio comercial, seguridad, migración, educación, salud, medio ambiente, energía, entre otros; es una agenda amplia que incide en ambas sociedades. Esta relación, hay que decirlo, ha pasado de ser enemigos, a vecinos distantes, a socios y hoy a lazos familiares inquebrantables.
En el contexto de la relación bilateral, ambos países enfrentan diversos retos, pero uno de los más complejos es el de la migración de mexicanos hacia Estados Unidos. En el 2021, de acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de Estados Unidos se reportó que 35 por ciento de los migrantes detenidos eran connacionales, y aunque los gobiernos han establecido en los últimos años un esfuerzo sin precedente para establecer un diálogo constructivo, son muchos los factores, culturales, políticos, sociales y económicos, que estimulan y sostienen este fenómeno. Para meter un poco de mayor complejidad a este tema, la polarización política en los Estados Unidos, la pandemia del COVID y la escasez de trabajadores en Estados Unidos ha hecho que la situación sea mucho más difícil de controlar o administrar. Todos nosotros en algún momento de este año hemos escuchado sobre el Título 42, las restricciones de movilidad en la frontera o las tragedias de migrantes como fue el caso de San Antonio Tx.
Por lo anterior, resulta indispensable la cooperación binacional bien definida e inteligente para solventar este problema, darle la vuelta y aprovechar las ventajas que nuestra vecindad ofrece para convertir a la región de América del Norte en la más competitiva del mundo, ya que ambos mercados se complementan. Sectores completos de la economía como el automotriz o de dispositivos médicos dependen de la colaboración de la región.
México tiene amplia trayectoria en la manufactura de exportación de primer nivel, que aunado a las oportunidades como el nearshoring o ally-shoring como le llama la US Mexico Foundation, abren un escenario muy atractivo para que las empresas pongan sus centros de producción en nuestro país para abastecer al mercado de Estados Unidos, lo cual favorece la inversión, las fuentes de empleo y por ende el desarrollo económico sostenible, clave para la reducción de la migración, y para que los trabajadores mexicanos se queden en casa. Basta ver los datos de Inversión Extranjera Directa en México para el primer semestre de este año, cerca de 27 mil millones de dólares han llegado al país, de los cuales mucho podría argumentarse a esta necesidad de regionalización y relocalización de cadenas de suministro.
Por ello, es esencial que la iniciativa privada y el gobierno mexicano trabajen de la mano, y en este sentido, las empresas son actores económicos clave para el desarrollo y crecimiento de nuestro país, mientras que el gobierno es quien debe crear el ambiente en materia económica y de estado de derecho necesarios para que las inversiones sigan llegando a México. Hay muchos ejemplos de casos de éxito en este sentido, el más reciente es la firma por parte del Presidente Biden del Inflation Reduction Act que establece en una de sus partes en materia ambiental, la producción de vehículos hechos en Norte América como susceptibles a un incentivo fiscal por parte del gobierno de los Estados Unidos, este reconocimiento de la plataforma de producción de vehículos eléctricos en los 3 países es importantísima para el futuro de la región, un caso de éxito de la colaboración pública privada en crear políticas públicas que mejoren la competitividad de la región.
Este es un buen momento para abrir un nuevo capítulo en la historia de la relación bilateral, si queremos impulsar el crecimiento y la competitividad, lograr una mayor cooperación y generar una sinergía entre ambos países con el único fin de mejorar la vida de ambas sociedades, pero en especial de las familias mexicanas.
Estamos seguros de que si le va bien a Estados Unidos, le va bien a México, y que si le va bien a México, le va bien a Estados Unidos.
Enrique Perret es director ejecutivo de la US-Mexico Foundation