Hay cierta analogía entre el Monterrey seco y contaminado de las últimas décadas y la crisis de la agricultura en la época del auge del ejido. En ambos, por falta de planeación y políticas públicas eficientes y eficaces, el bienestar social ha dependido del ciclo natural de lluvias.
En el caso de la agricultura de temporal, no obstante que el gobierno de Cárdenas desarticuló el poder de los latifundistas para dotar con millones de hectáreas de tierras a los campesinos, éstos vivieron en la pobreza porque su producción agrícola no era de riego, sino de temporal.
Haber decidido que la agricultura dependiera del ciclo natural de lluvias, contando con los conocimientos científicos y técnicos para crear sistemas artificiales de riego, fue una irresponsabilidad moral y política de los gobiernos priistas.
Lo que faltó para tecnificar el campo no fueron recursos económicos, que fue lo que se argumentó, sino más bien, lo que hizo mucha falta fue cultura de la previsión, políticas públicas eficaces y efectivas y, sobre todo, mucho ingenio e imaginativa de quienes tenían la facultad de decidir. Cuando se tiene todo esto sobran fuentes de financiamiento.
Precisamente todo esto es lo que también ha faltado en Monterrey para resolver el problema de la contaminación ambiental y la escasez de agua. En el caso del agua, la solución con carácter de definitividad ya se conoce: la desalinización del agua del mar.
Lo más difícil para resolver el problema de la crisis hídrica que padecemos, para que el bienestar ya no dependa de las lluvias de temporal, es la tecnología, y esto es algo con que ya se cuenta.
¿Qué cuesta mucho dinero? Sí, pero, vuelvo a señalar lo mismo. No son los recursos económicos nuestra principal carencia, sino la falta de imaginativa e ingenio; y tal vez también la falta de probidad de algunos políticos que en toda acción de gobierno quieren hacer negocio.
O resolvemos los problemas de la escasez de agua y la contaminación ambiental o corremos la misma suerte de los campesinos. Éstos abandonaron sus tierras, emigraron a la ciudad. Y nosotros, la verdad, ya no nos queda mucho tiempo para decidir a dónde emigrar.