Se va diciembre, mes de fiestas, convivencias familiares y de amigos y de reflexión. Muchas fiestas, algo de convivencias y, por no decir nada, muy poco de reflexión.
Diciembre es mes de fiestas; sí, pero las fiestas ya no son como lo fueron todavía en los años de las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado. En aquellos años las posadas, del 16 al 24 de diciembre eran auténticos rituales pagano-religiosos.
En los barrios, las señoras se distribuían los días en que recibirían a los peregrinos. La posada comenzaba con interminables rezos. Después, formados en fila, caminábamos por las calles hasta llegar a la casa en la que María y José pedirían posada.
Luego de un acuerdo sobre quiénes se quedarían afuera, con los peregrinos, y quiénes estarían dentro de la casa, comenzaba la letanía en forma de cánticos, hasta que por fin: “Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón…”. Finalmente la piñata, los dulces y las golosinas, además de tamales y buñuelos.
Nada que ver todo esto con las posadas de hoy, en éstas ya no existe fervor religioso, solo deseo de diversión. Y qué bueno si eso da felicidad, pero todo se acaba si no hay reflexión.
Pero, ¿qué con la reflexión que se supone debería haber en estas fechas? ¿La había en las posadas de antes y ya no? En ninguna de las dos la ha habido. Sin embargo, sería necio no reconocer que en las posadas de antes, en medio de la sana diversión, había espacio para la reflexión de lo más próximo, aunque fuera solo desde el punto de vista religioso.
El mundo ha cambiado. Según el Inegi, el censo de población y vivienda de 2020 muestra que la población que se percibe como atea se duplicó en los últimos diez años con una cifra de 10 millones 211 mil personas.
Este dato no sería preocupante si en dicha población la filosofía sustituyera la religión; pero no es así, no se necesitan datos duros para afirmar que el ateísmo que se profesa, salvo excepciones, no es el de la libertad responsable, cognitiva, comprensiva y valorativamente, sino más bien el ateísmo de la indiferencia, del importamadrismo. Darle una vuelta más al sol, que no es poco ante la amenaza real de una guerra nuclear, debería darnos que pensar en estos días.