Frente a los aranceles impuestos por Donald Trump, México se encamina a adoptar diversas estrategias para mitigar los efectos y proteger su economía. Si bien las políticas y enfoques pueden variar según el contexto de los aranceles y la coyuntura política, la realidad es que se deben enfocar las baterías en cuestiones como el fortalecimiento del mercado y consumo local, mejorar la calidad de productos nacionales para que sean comprados en masa y lo más importante, tener una verdadera competitividad.
¿Por qué será que México ha tenido a uno de los hombres más ricos del mundo por décadas y no es una potencia económica global?, la respuesta es porque no hay quien le compita, y así sucede con los grandes empresarios que monopolizan o acaparan los mercados, provocando que no haya una competitividad.
México debe fomentar una mayor competitividad en sectores clave de su economía, como la manufactura, la automotriz, la electrónica, y la agricultura. Es decir, mientras más fácil les pongan el camino a los que deseen emprender, con incentivos fiscales y financieros para la inversión, se tendrá en automático una mejorara de la infraestructura: mejores puertos, carreteras, y conectividad en general para facilitar el comercio tanto nacional como internacional.
También se debe fomentar la tecnología y educación mediante la inversión en la formación de capital humano calificado para reducir la dependencia de tecnologías extranjeras y mejorar la competitividad en mercados globales. Parecería un asunto complejo pero no lo es tanto. Estados como Hidalgo le han apostado a mejorar la competitividad desde hace al menos dos sexenios y los resultados actuales son muy alentadores, hay una buena lista de empresas locales y foráneas, pero nacionales, que realizan la proveeduría para el gobierno, que trabajan de la mano de empresas locales y que contratan a mucha de la población profesional y de oficios, eso genera competitividad.