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Bitácora de un Nefelibata: Reflexiones desde el Abismo de Heidegger

En la era contemporánea, nos encontramos inmersos en un torbellino de avances tecnológicos que, con su promesa de progreso y comodidad, nos arrastran hacia un futuro incierto. 

La tecnología de vanguardia, con sus destellos y maravillas, ha transformado no solo nuestra relación con el mundo, sino también la esencia misma de lo que significa ser humano.

Martin Heidegger, el filósofo alemán del siglo XX, nos advirtió sobre el peligro de la "Gestell" o "estructura", una forma de enmarcar el mundo que reduce todo a recursos a ser explotados. 

En este paradigma, la naturaleza, los animales e incluso los seres humanos se convierten en meros objetos, listos para ser utilizados y desechados en la maquinaria insaciable del progreso. 

La tecnología moderna, argumentaba Heidegger, no es simplemente una colección de herramientas; es una forma de ver y entender el mundo que nos aliena de nuestra verdadera esencia.

Y aquí es donde el capital entra en juego. 

El capitalismo, con su énfasis en la acumulación y el crecimiento perpetuo, se ha fusionado de manera inextricable con esta visión tecnológica del mundo. 

Todo, desde nuestras relaciones personales hasta nuestros ecosistemas más frágiles, se ha mercantilizado, reducido a su valor monetario. 

En este mundo, lo que no produce beneficios se considera sin valor, y lo que no puede ser cuantificado se descarta.

La consecuencia de esta fusión entre tecnología y capital es una sociedad en la que la eficiencia y la productividad se valoran por encima de todo. 

Las relaciones humanas se han vuelto transaccionales, y nuestra conexión con la naturaleza se ha erosionado. 

Nos encontramos en un estado de alienación, no solo de nosotros mismos, sino también del mundo que nos rodea.

Sin embargo, no todo está perdido. Heidegger también nos habló de la "poiesis", la capacidad de traer algo a la existencia, de crear y dar forma. 

En lugar de ver el mundo como un recurso a ser explotado, podemos elegir verlo como un regalo, algo que debe ser cuidado y nutrido. 

La tecnología, en sí misma, no es el problema; es la forma en que la usamos y el sistema de valores que la sustenta lo que debe ser cuestionado.

En última instancia, la vanguardia tecnológica nos presenta una elección. 

Podemos seguir por el camino de la explotación y el consumo sin fin, o podemos elegir un camino diferente, uno que valore la conexión, la comunidad y el cuidado. 

La decisión es nuestra, pero el tiempo para tomarla se está agotando rápidamente.

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Eduardo Emmanuel Ramosclamont Cázares
  • Eduardo Emmanuel Ramosclamont Cázares
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