Las desapariciones se le han salido de las manos a las autoridades. En México hay más de 100 mil personas sin encontrar, tan solo en Jalisco son 15 mil 34, la más alta de todo el país.
La impunidad, la saturación de los institutos forenses, la falta de acciones de búsqueda en vida y la revictimización de quienes sufren este delito solamente abonan al crecimiento de los números en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas.
Se niegan a reconocer la magnitud del problema, porque es más fácil dar cifras y enlistar todo lo que han hecho en un boletín, que sentarse a hablar y atender a todas las personas que no duermen por no saber el paradero de un ser querido.
El surgimiento de los colectivos de familiares de víctimas responden a una necesidad de apoyo y convertir el dolor en fuerza para señalar las omisiones e indolencia de las autoridades estatales y federales, y reclamar avances en las investigaciones.
Las carpetas se acumulan en los escritorios como los cuerpos en el Servicio Médico Forense, saturado y retrasado en los procesos para identificar los restos. Rosa María es una de las tantas personas que ha sufrido las consecuencias. Desde diciembre de 2021 buscaba a su hijo José, hasta que el pasado 26 de agosto le notificaron que ya había sido encontrado. Estaba en la morgue desde marzo. De las tantas veces que fue a preguntar por él, nunca le dijeron que podía estar ahí.
Las acciones enfocadas en la búsqueda de las víctimas y trabajos en fosas clandestinas obedecen a la presión de activistas que investigan y abren la tierra con sus propias manos.
Las madres buscadores rastrean predios y sacan restos para dar un poco de paz a las familias, aunque les cueste la vida. Como a Rosario Lilian, del colectivo Corazones sin justicia, secuestrada y asesinada luego de salir de una misa ofrecida por su hijo desaparecido en La Cruz de Elota, Sinaloa.
La desaparición forzada mutila a una familia y siembra el miedo en la comunidad, porque de repente los casos no son tan aislados y los rostros en las fichas de búsqueda resultan conocidos.
El acompañamiento a las víctimas y la investigación de los casos es lo mínimo que deben hacer las autoridades, pero lo que realmente urge es combatir la raíz del problema. Mientras no haya sentencias y una estrategia contra la trata de personas y la privación de la libertad seguiremos escarbando para dar con los que nos faltan. Por eso, debemos unirnos a la rabia y al reclamo de los colectivos que hoy gritan y buscan a los suyos, y ojalá nunca tengamos que buscar a los nuestros.
Twitter: @draquelnzx