La historia se repite: lo que pruebe en su defensa respecto de las imputaciones que se le hacen, lo que diga la ley, el debido proceso, la presunción de inocencia y las futuras sentencias serán consideradas telarañas que impiden o postergan la condena. El pueblo “bueno y sabio” (desde sus muchas trincheras) no requiere procesos judiciales lentos y “dudosos”; ese maravilloso pueblo, culto, sensato, perspicaz y justiciero, determina ipso facto inocencia o culpabilidad. Si el imputado es “de los míos”, será un perseguido político; si es “de los otros” y “del pasado”, resultará criminal.
Comienza en EEUU el juicio a Genaro García Luna, pero aquí ya están “probados” los delitos que allá le imputan. Nuestro gobierno también lo condena sustentado en su “autoridad moral”, y su “nosotros no somos iguales”, y ataca a Calderón en materia de seguridad.
García Luna, como funcionario público, acreditó trabajo, inteligencia y astucia que le permitieron dar buenos e importantes resultados y, a la par, se le cuestionaron operativos simulados y delictuosos, y diversos manejos administrativos; pero aquí no juzgo su pasado, doy mi opinión sobre las imputaciones formuladas en el extranjero: se le acusa de mentirles en un trámite, coludirse con capos del narcotráfico y recibir personalmente de ellos cuatro o seis millones de dólares en maletas entregadas en algún restorán, atribuyendo a ello su cuantiosa fortuna.
No le será sencillo salir de las arenas movedizas en las que se halla, y se desconoce lo robusto de las pruebas con las que cuente la fiscalía yanqui, pero hasta hoy sólo se habla de haberles mentido, de testimonios rendidos en su contra por criminales y de traspasos bancarios del susodicho a sus familiares.
Tres breves comentarios:
1) Si durante su larga trayectoria de funcionario público García Luna manejó muchos, muchos miles de millones de pesos del erario (para compras de costosos equipos y traslados de policías por todo el territorio nacional) sin que haya una clara comprobación del dinero en efectivo que pasó por sus manos, no es descartable que su —hasta ahora— inexplicable riqueza sea consecuencia de un peculado, y no necesariamente del crimen organizado.
2) Parece inverosímil que disponiendo de una bolsa inagotable de dinero en efectivo se arriesgara a recibir, como vulgar narcomenudista, lo que en ese negocio son migajas.
3) Si Calderón debió conocer las conductas atribuidas a García Luna, cómo explicar que los yanquis, tan infiltrados en todos lados, lo colmaran de medallas, diplomas y reconocimientos; y cómo justificar que los más altos y cercanos colaboradores del imputado estén hoy al frente de la seguridad pública del país, empezando por la Policía Federal Ministerial y la Ciudad de México.
¡Que viva el pueblo bueno y sabio, y su Transformación de Cuarta!