Antes de la función de La Montaña en la Cineteca Rosalío Solano, regreso a La Selva Taurina para buscar al periodista y escritor Sergio González Rodríguez, asiduo visitante de este digno rincón queretano.
No está.
O no lo veo.
Lo que se ve de forma notoria junto a la barra, en pleno centro del lugar, es una vitrina enorme, tamaño humano. Una vitrina vacía. Algo había dentro de ella que ahora no lo está.
La rockola es casi tan perfecta como la del desaparecido Café Nuevo Brasil de Monterrey. Lanza canciones de Bronco, Adán Luna, Sinnead O Conor, La Mafia y otros héroes del siglo pasado. Chamorros adobados, especialidad de la cantina, vuelan entre las mesas bebedoras, los toros de mirada pétrea y las conversaciones que van y vienen de un lado a otro.
Sergio sigue sin hacer acto de presencia.
Un parroquiano que bebe en la barra deja su lugar y se aproxima a la mesa con determinación. Saca una pregunta a quemarropa y después se presenta como amigo del Vaquero del Mediodía. ¿Cómo no sospecharlo? En lugar del detective Sergio González Rodríguez, ha sido el poeta Samuel Noyola quien se ha manifestado por aquí.
Como muchos que fuimos tocados por el asombro y el arrebato noyolianos, el parroquiano evoca brevemente, pero con intensidad, algunos recuerdos: trata de resolver el enigma. El parroquiano debe ser un escritor, quizá un poeta, porque acomoda sus palabras con cadencia. Dice también que tiene poco de haber escapado de la Ciudad de México (¿acaso lo vi alguna vez allá en La Faena, con Guillermo Fadanelli?).
Luego vuelve a la barra.
Los Temerarios asaltan con su voz antigua La Selva Taurina. El volumen de las charlas in crescendo. Mucho ruido hermoso inunda el espacio en el que ninguna silueta baila el sol de la tarde que se cuela por las ventanas escasas.
El parroquiano viene de nuevo. ¿Hablará ahora de Sergio González Rodríguez?, ¿será este cabrón el mismísimo Sergio González Rodríguez disfrazado de parroquiano para realizar alguna misión desconocida u otra de sus pinches bromas?
Nunca lo supe.
En cualquier caso, el parroquiano traía buena información: en la vitrina vacía del lugar había antes un oso polar de pie que apenas había sido retirado para darle mantenimiento a su pelaje.
Agosto caluroso con un oso polar huido de la selva taurina, todo en el marco del Festival de Cine y Narrativa de No Ficción, Doqumenta.