Policía

Sheinbaum ante Gaza

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En Gaza, los días suelen comenzar con el estruendo de misiles y terminan con funerales apresurados. Las cifras cambian todo el tiempo, pero las imágenes son las mismas: edificios reducidos a escombros, hospitales desbordados, niños envueltos en sábanas. La guerra, transmitida en streaming, no deja margen a dudas sobre la magnitud de la tragedia que estamos presenciando.

Leo Gaza ante la historia, un libro de Enzo Traverso que adquiere la fuerza de una advertencia: los genocidios del siglo XX no son reliquias del pasado, sino el patrón que se repite y repetirá cuando los Estados eligen mirar hacia otro lado.

México, bajo el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, parece atrapado entre la nostalgia de su política exterior y el peso de sus circunstancias actuales con Estados Unidos. Hay comunicados, declaraciones medidas, votos en la Organización de las Naciones Unidas que reafirman el apoyo a la solución de dos Estados y denuncias en la Corte Penal Internacional… pero falta lo esencial: una condena directa y clara a Israel por la devastación sistemática de Gaza.

En otras épocas, los gobiernos mexicanos —por más incongruentes que fueran en su política interior, y en parte por ello— se distinguieron por su valentía diplomática. Se dio asilo a los republicanos españoles, se denunció el golpe de Pinochet, y hasta Vicente Fox votó contra la invasión a Irak. Esa tradición, que alguna vez fue orgullo nacional, hoy está desdibujada por una estrategia de equilibrio que, en los hechos, se traduce en indiferencia.

El costo de una condena explícita parece demasiado alto para la presidenta Sheinbaum, y la cancillería opta por la ambigüedad diplomática: rechazar la violencia “de todas las partes”, condenar “los ataques a civiles”, reafirmar la importancia del derecho internacional. Frases correctas que, ante esta barbarie, suenan huecas.

Por ahora, México mantiene intacta su relación comercial y militar con Israel. En contraste, países de diversos espectros como Sudáfrica, Bolivia o Irlanda, han asumido posturas más frontales. Nuestro país aparece hasta ahora como un actor que pretende estar en el lado correcto de la historia sin pagar el precio político de hacerlo.

¿Cómo se juzgará este momento?, es una pregunta de Traverso que resuena con fuerza en su libro. La historia no distingue entre verdugos y cómplices silenciosos. La memoria de Gaza se recordará no solo con los nombres de los muertos, sino también con el silencio de quienes debieron hablar más fuerte y no lo hicieron.

La presidenta Sheinbaum enfrenta un dilema moral: recuperar la tradición de una diplomacia digna o quedar inscrita en la lista de gobernantes que eligieron la comodidad de la neutralidad. En un hecho como este que desgarra la conciencia global, tibieza equivale a renuncia. Y esa renuncia tiene un costo que la historia nunca olvida.


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Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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