Policía

Lumbre y humo del rancho

Cada vez que César García volvía de Estados Unidos a Allende, aprovechaba los días para preparar unos gallos que tenía, los cuales solía llevar a pelear al palenque de la región de los Cinco Manantiales. El 15 de marzo de 2011, César llegó después de su jornada de 15 días trabajando en el algodón en el condado de Beche, en Texas.

Su amigo Everardo Elizondo le ayudaba a entrenar a sus gallos. El viernes 18 de marzo ambos estaban preparando un animal para la pelea en puerta. A las 5:40 de la tarde, César pasó a su casa a avisarle a su esposa Laura Villarreal que iría con Everardo por un medicamento que necesitaba el gallo.

Dos horas después, Laura le marcó para saber dónde estaba, pero la llamada entró directo a buzón. Ella insistió sin suerte toda la noche. Se le hacía raro que no volviera a su casa ni avisara. A las 6 de la mañana del sábado siguiente escuchó que tocaban la puerta de su casa. Era el papá de Everardo, acompañado por otro amigo. Preguntaban por Everardo. Laura le contestó que tampoco tenía noticias de César.

Decidieron ir a buscarlos a casa de Héctor, otro amigo de ambos. Héctor les dijo que había visto a César y Everardo, pero luego ambos se habían ido al rancho de los Garza a comprar el medicamento que necesitaban para los gallos. Héctor le dio un aventón en su camioneta a Laura para buscarlos en el rancho de los Garza, ubicado en el kilómetro 5.5 de la carretera a Villa Unión.

Al pasar cerca de la entrada, Laura alcanzó a ver hombres con pasamontañas, chalecos negros y armas largas. También vio en la llanura que salían humo y lumbre. Héctor siguió de largo y no tomó el camino que llevaba al rancho.

Le advirtió a Laura que no convenía ir.

“Pasamos de nuevo de regreso por ahí y pude ver que hasta el fondo había muchas trocas y mucha gente con armas largas. También vi a gente amontonada afuera de donde se estaba quemando algo grande, como si fuera una bodega”, recuerda Laura lo sucedido alrededor de las 8 de la mañana del sábado 19 de marzo.

Laura le insistió a Héctor que entraran, pero él le respondió: “Si nos metemos nos venadean”. Entonces regresaron al pueblo y a la entrada se toparon con patrullas de la policía, que estaban rodeadas por hombres armados vestidos de civil. Laura avisó a la familia de su esposo lo que estaba sucediendo y a través de un vendedor de pan se enteraron que el día anterior habían transitado muchas camionetas por la carretera y casi todo el día había salido lumbre y humo del rancho de los Garza.

“Vi a gente amontonada afuera de donde se estaba quemando algo grande”, recuerda Laura. Especial
“Vi a gente amontonada afuera de donde se estaba quemando algo grande”, recuerda Laura. Especial

“Estuvimos esperando los días siguientes y no pasó nada, pero ya se escuchaban los rumores de que a la gente la habían quemado y que a otros los habían aventado al río y que habían sido los feos, pero yo no supe nada”, declaró Laura. Durante los días siguientes, las cosas empeoraron porque varias casas del pueblo comenzaron a ser destruidas.

Encerrada en la suya, con sus tres hijos, Laura solo pensaba en la forma de irse a Estados Unidos. En cuanto a César, ya temía lo peor.

***

El domingo 20 de marzo a las nueve de la noche, Víctor Manuel Garza estaba en su casa en el centro de Allende, junto a su esposa Yuliana López Ibarra, cuando recibió una llamada de su mamá Alma Patricia Pérez, quien con desesperación le decía que estaban baleando su casa. La llamada duró menos de un minuto antes de que se cortara de manera abrupta. El primo de Garza Gaytán, de 25 años y administrador de un negocio familiar llamado Movimientos de Tierra, se subió con su esposa a una camioneta Ford blanca 2007 y aceleró hacia el poblado de Sabinas en casa de unos amigos. Ahí llamó a su hermana Patricia, quien estaba en una fiesta. Le advirtió lo que estaba pasando y le dijo que huyera de Allende hacia Sabinas. Una hora después decidió volver al pueblo para tratar de negociar la liberación de sus papás.

Mientras tanto, su esposa Yuliana habló con su familia y una hora después pasó a recogerla su hermana. De inmediato tomaron camino hacia Eagle Pass, Texas, donde las recibió una tía. De su esposo solo supo por rumores que lo habían detenido unos policías a la entrada del pueblo, en un retén, mientras que su casa había sido destruida, saqueada y se habían llevado las camionetas Lincoln Mark negra 2010 y Silverado Blanca 2005 con blaine para cacería, que Víctor usaba para su negocio.

***

El sábado 12 de marzo de 2011, el ingeniero Arturo Espinoza se despidió de su esposa, Nora Garza de la Torre, y de sus hijos, en especial de Mauricio, bebé de siete meses de nacido, porque viajaría de los Cinco Manantiales a Guanajuato para tomar unas clases de la maestría que estaba estudiando gracias a su empleo en la Comisión Federal de Electricidad.

Pero a la una de la mañana del sábado 19 de marzo de 2011 estaba ya de regreso, porque desde la tarde anterior no había recibido ninguna respuesta a las llamadas que había hecho a su esposa y a sus suegros, Nora de la Torre y Rodolfo Garza. Ese sábado a las 8 de la mañana, Arturo llamó a su mamá para decirle que ya estaba en Piedras Negras, donde se había quedado de ver con su cuñado Rodolfo para averiguar lo sucedido. Después del mediodía volvió a llamarle a su mamá para contarle que habían ido a pedir ayuda a la policía estatal, pero que les habían respondido que ni tenían gente ni armamento para ir a Allende. Ante eso, Arturo y su cuñado decidieron viajar hacia el rancho a través de unas brechas y llegaron hasta un punto desde el que no se escuchaba ningún ruido ni se veía movimiento alguno en la propiedad familiar. Su madre lo oyó jadeante antes de que colgara, prometiéndole que volvería a llamarla. Ya no lo hizo.

Al día siguiente, los padres de Arturo fueron al pueblo de Múzquiz, a un cuartel del decimocuarto Regimiento de Caballería Motorizado del Ejército a avisarles lo que estaba sucediendo en el rancho de la familia. Los soldados les dijeron un rato después que habían ido a revisar, pero no habían encontrado nada, pese a que era evidente la lumbre y el humo, así como los movimientos de grupos armados y policías locales.

Los padres de Arturo regresaron con impotencia a su casa. Siguieron los demás hechos a través de rumores que llegaban vía mensajes celulares de texto o boca a boca, ya que ningún periódico, radio ni televisora informaba sobre lo que estaba sucediendo, por lo que los criminales y las autoridades coludidas cometían atrocidades con total impunidad.

El sábado 26 de marzo, recibieron una llamada de un familiar, quien les dijo que habían visto a sus nietos en un albergue atendido por el sacerdote Carlos Aguilera, en la colonia Villa de Fuente, Piedras Negras. Dos días después, la mamá de Arturo acudió al lugar y encontró ahí a sus nietos Arturo, de tres años, y Andrea, de cinco, pero no a Mauricio, el que tenía siete meses de haber nacido.

Los trabajadores del lugar no quisieron darle detalles sobre la forma en que sus nietos habían llegado de Allende hasta ahí. 

CONTINUARÁ...

Capítulo 15 de la serie: El lugar donde se arrastran las serpientes.



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Diego Enrique Osorno
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