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Escribir una epopeya

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Managua, Nicaragua.- Para el escritor Sergio Ramírez, la revolución de Nicaragua fue un momento del siglo XX lleno de heroísmo, intensidad y utopía, en el que la ansiedad por el cambio generaba una sensación colectiva de nacer a una vida nueva. “La toma del poder -dice el veterano revolucionario sandinista- se convierte en un momento verdaderamente mágico, porque uno estaba metido ahí de cabeza y rodeado de un sentimiento de irrealidad, después de tanta lucha, de tanta sangre”.

Mientras platicamos en la biblioteca de su casa, el escritor que tras el triunfo sandinista fue Vicepresidente de su país, se conmueve al recordar la forma en la que la Revolución creó en Nicaragua una nueva sensibilidad hacia los más pobres. “Los desheredados eran los verdaderos sujetos de la Revolución, entonces no es difícil para mí decir que se trataba de una utopía y, precisamente, organizar una utopía es lo más difícil: porque ésta es irrealizable”.

-Pero para hacer una revolución hay que pensar que todo es realizable…

-Sí, nosotros creíamos que todo era posible. Era una aventura romántica, una aventura utópica, sin medida en cuanto a las consecuencias. En lo que menos pensábamos era en las consecuencias que un cambio radical de esta naturaleza podría tener. El cambio radical que nosotros proponíamos consistía en quitarle la tierra a los terratenientes para entregarla a los más pobres, en recuperar la soberanía que había sido tan vilipendiada en el pasado, en poner a Sandino en el sitio que le había sido negado, entonces todo esto era como escribir una epopeya.

-Dice “Escribir una epopeya” y literalmente había muchos escritores como usted en la vanguardia de esa revolución…

-Pues desde dentro no pensábamos nosotros que esa fuera una característica de la Revolución. Así como concurrimos los escritores, los poetas, los pintores, los músicos, la Revolución para mí no es concebible sin la música de Carlos Mejía Godoy. Pero junto con los artistas y los escritores, también se enlistó todo el mundo: zapateros, carpinteros, albañiles, abogados, estudiantes, era una ecuación universal que nunca volvió a tener sustituto en la historia de Nicaragua. Para mí, el comienzo de los años ochenta son los mejores momentos en la historia de Nicaragua.

-Leía viejos ejemplares de El Nuevo Amanecer de aquella época. Había mucho debate sobre el compromiso de la literatura con la Revolución. ¿Qué piensa al respecto?

-Yo creo que la literatura le insufla a un proceso revolucionario que tiene siempre tentaciones ortodoxas, eso es imposible de evitar. Esta es una revolución hecha en base a la ideología y la ideología siempre es ortodoxa, entonces la literatura contrapone el espíritu de la libertad, porque la literatura no admite cerrojos, ni crea cerrojos, y yo creo que a quienes estábamos metidos en la Revolución desde la perspectiva literaria, la perspectiva intelectual, nunca se nos ocurrió pensar que aquí debería haber algo así como un realismo sandinista, que la literatura se debía poner al servicio de la ideología.

La creación artística no podía ponerse al servicio de la ideología, dice el político. María Secco
La creación artística no podía ponerse al servicio de la ideología, dice el político. María Secco

-¿Prevalecía la libertad en la creación?

-Sí, recuerdo que cuando se votó la Constitución de la revolución en 1985, redactamos con Ernesto Cardenal un artículo que fue aprobado y ahí sigue en la Constitución -a pesar de que ha tenido tantos cambios hacia la derecha- donde dice que en Nicaragua la creación es libre y no está sujeta a ninguna clase de restricción, de carácter político, etcétera. Era una especie de vacunarnos a tiempo, de que la literatura, la creación artística, no podía ponerse al servicio de ninguna ideología, por mucho que fuera la ideología de la Revolución.

-¿Y cómo se vivía la llegada masiva de jóvenes de México, como Samuel Noyola?

-El fenómeno de México es muy curioso porque el gobierno del PRI respaldaba a la Revolución. Recuerdo que personalmente hablé muchas veces con López Portillo y habíamos acordado que México iba a romper relaciones con Somoza cuando a nosotros [los sandinistas] nos conviniera, entonces el respaldo de México era diplomático, era político y era material, pero además estaba la izquierda: los sindicatos, los movimientos sociales, campesinos, la juventud, los escritores… era una adhesión universal a la Revolución y eso produjo un éxodo constante de mexicanos hacia Nicaragua para participar en las campañas de alfabetización, a las cuales el gobierno de México apoyó sin reserva.

-¿Qué mexicanos recuerda?

-Bueno, yo recuerdo las condiciones en las que el Subcomandante Marcos llegó aquí. Vino a trabajar en brigadas agrícolas, porque él estuvo en San Juan del Río Coco, que es un poblado del Departamento de Madriz, buscando la frontera con Honduras. No recuerdo si él venía en alguna actividad militar o paramilitar, sino más bien como un brigadista social, eso es lo que yo creo recordar, aunque entonces aquí él no tenía ninguna identidad especial, eso lo averigüé después, cuando ya se comenzó a contar su historia después del alzamiento en Chiapas.

-Quizá aquí se contagió Marcos de la poesía, como le sucedió a Samuel Noyola…

-Creo que la poesía y la inmigración literaria son dos cosas interesantes de ver. Hay un poema de Julio Cortázar que se llama “Estás en Nicaragua”, donde dice más o menos: “Está la puerta abierta, estás en Nicaragua”, eso quiere decir que aquí no había puertas cerradas, no se discriminaba a nadie, venía la gente a cortar café, a cortar algodón o venía simplemente en su carácter de poetas o escritores, y entonces se acercaban al Ministerio de Cultura y algo había que hacer en el Ministerio de Cultura de Ernesto Cardenal, porque se vivía en plena efervescencia, y ese Ministerio que funcionaba en la antigua residencia particular de Somoza, era un Ministerio de invención diaria, no había planes, simplemente se vivía inventado qué hacer.

-Utopía y poesía riman…

-Vuelvo a otra palabra que a mí me seduce tanto también: la de la libertad. La Revolución buscaba un modelo de realización distinto no solo en términos políticos, sino también culturales y esto podía ser por momentos tan utópico como poético.

CONTINUARÁ…

Capítulo 4 de la serie periodística “Samuel Noyola: Retrato de un desconocido”.





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Diego Enrique Osorno
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