Policía

“En chinga, pa’l otro lado”

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Lauro Medrano estaba asando un pollo para cenar cuando sonó su celular. “Ahorita vengo, de volada”, le dijo a su esposa Irene Méndez. El más chiquito de sus hijos le pidió acompañarlo, pero Lauro le dijo que no. Era común que recibiera llamadas así para irse al rancho de los Garza, donde trabajaba como mecánico al servicio de Rodolfo Garza Garza, con un sueldo de mil 200 pesos a la semana.

Irene acabó de asar el pollo y cenó con sus dos hijos y su hija. Horas después se le hizo extraño que Lauro no volviera y le marcó. El teléfono timbraba pero su esposo no respondía. Luego buscó a Rodolfo Garza y ocurrió lo mismo, hasta que le llamó a Rodolfo junior, el hijo del patrón, quien le contestó preguntándole por qué le llamaba de madrugada. Irene le dijo que no sabía nada de Lauro desde que se había ido al rancho, a lo que Rodolfo le dijo que él tampoco sabía nada ya que estaba en San Antonio, Texas, no en Allende, Coahuila.

Al amanecer, Irene se fue en su camioneta hasta el rancho de los Garza en compañía de sus tres hijos. Al llegar vio que el portón estaba abierto. En eso comenzaron a llegar trabajadores, quienes le preguntaban alterados qué estaba haciendo ahí. Un hermano de Lauro le reclamó airado por qué estaba ahí, luego le dijo: “sube a los niños y vámonos. Aquí hubo algo”.

Irene siguió marcando al celular de su pareja, pero el sábado dejó de timbrar y empezó a entrar directo a buzón. Dos días después, un gestor con el que Lauro estaba buscando adquirir una casa de Infonavit, visitó a Irene en su casa para decirle que acababa de estar en el rancho de los Garza y que estaba destruido y abandonado. “Vi que ya no había nada, que la casa había desaparecido, ya la habían saqueado, junto con la maquinaria y las camionetas. Ya hasta la habían quemado”.

“El sábado 19 de marzo el rancho ya lucía destruido y abandonado”. Especial
“El sábado 19 de marzo el rancho ya lucía destruido y abandonado”. Especial

Dos semanas después de que su esposo Lauro Medrano había desaparecido en el rancho de los Garza en el que llevaba años trabajando, un mensaje fue dejado en la casa de una sobrina de Irene: “Ya terminamos con los Garza, ahora siguen los Medrano”. Alguna vieja vendetta del barrio estaba reviviendo tras la masacre que había ocurrido en el pueblo, principalmente contra todos los que se apellidaran Garza o tuvieran algún vínculo con ellos.

Lauro solía decir a sus amigos que su patrón, Rodolfo Garza Garza, trabajaba de manera legal, aunque no sucedía lo mismo con el hermano Luis Garza Garza y el hijo de éste, José Luis Garza Gaytán, quienes hacían brechas y pistas de aterrizaje en la región y en el municipio fronterizo de Guerrero.

En los días siguientes a la desaparición de su esposo, una vecina llegó con Irene a decirle: “¿ya supiste? Los Zetas llevaron a enterrar al panteón a mucha gente que mataron”.

***

Rodolfo Garza de la Torre salió de su casa el 18 de marzo de 2011 alrededor de las siete de la tarde rumbo al kilómetro 7.5 para buscar a su hermana Nora, quien le había hablado para decirle que el rancho de la familia estaba quemándose. Al llegar al lugar, el hombre, de 35 años, vio que había muchas camionetas y hombres armados custodiando la entrada. Alterado, llamó a su papá Rodolfo y a su hermana Nora, pero ninguno contestó.

Después buscó a su esposa, Sarah Angelita Lira, y le dijo que se fuera a la casa de su mamá a Texas, pero no en la camioneta familiar. “Váyanse en chinga pa’l otro lado”, remarcó. Una prima que estaba ahí las llevó a ella y a su hija Sofía, de 10 años, con rumbo a Eagle Pass. En el camino, a la altura del kilómetro 22 de la carretera 57, como a las nueve de la noche empezaron a ser rebasadas por seis camionetas cerradas con vidros oscuros. Cuando acababan de llegar a Piedras Negras, por la entrada de Villa de Fuente, se les apagó el viejo carro Ford Focus en el que iban. Luego vieron como otras camionetas seguían pasando en convoy. Creían que iban por ellas, pero por fortuna no era así: iban con rumbo a Nuevo Laredo. 

Finalmente, el Focus arrancó de nuevo y Sarah pudo comunicarse por mensajes SMS con su esposo Rodolfo, quien le dijo que quería buscar a Los Zetas para saber cuánto pedían para liberar a su familia. Solo estaba esperando que llegara su cuñado Arturo Espinoza, esposo de Nora, para volver a Allende e iniciar una negociación. 

Ya en Eagle Pass, el sábado 19 de marzo de 2011, Sarah volvió a escribirse con su esposo Rodolfo, quien le dijo que había pasado toda la noche buscando a su familia a través de las brechas que comunicaban al rancho, pero que no los había encontrado. Le contó que estaba con su cuñado Arturo y que se habían dado por vencidos y se iban a ir a Eagle Pass también, solo que antes iban a pasar al mediodía por la garita del kilómetro 53 para ver a su primo Guillermo y cambiar de vehículo.

Sin embargo, eso no ocurrió.

Tiempo después de la masacre, los pocos sobrevivientes de la familia Garza se enteraron que un policía municipal de apellido Jasso había contado en una borrachera que el 19 de marzo él había detenido a Rodolfo y a Arturo en un retén en la calle Carranza, cerca del asilo de ancianos, cuando iban en un Malibú dorado. Que el policía le había hablado a Los Zetas para decirles que estaban ahí y cuando éstos llegaron se inició una balacera porque Rodolfo iba armado y disparó contra ellos, matando a tres, pero como estos eran mucho más los mataron ahí mismo a los dos. Luego sus cadáveres fueron subidos a una camioneta y se los llevaron con rumbo desconocido hasta el día de hoy. 

CONTINUARÁ...

Capítulo 17 de la serie: “El lugar donde se arrastran las serpientes”.


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Diego Enrique Osorno
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