Policía

'El Mayo' no es 'El Chapo'

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En el laberinto del narco, Joaquín “El Chapo” Guzmán fue el destello; Ismael “El Mayo” Zambada, la penumbra. El primero encarnó la impunidad mediática; el segundo, la impunidad estructural. Uno construyó túneles bajo la frontera como arterias invisibles; el otro tejió con sigilo una red influyente en ambos lados, sabiendo que el poder real no necesita escapar porque, aunque lo atrapen, nunca se deja atrapar del todo.

Conocí al Mayo en 2021, durante una entrevista en la que me habló de guerra, droga, paz, política… “Nos dedicamos a un negocio que necesita Estados Unidos”, me dijo. A diferencia del Chapo, nunca quiso ser leyenda. No daba entrevistas a la ligera, no buscaba atención. Lo suyo era durar, ganar tiempo.

Ahora, a sus 77 años de edad, se declaró culpable en una corte estadounidense. Lo hizo sin estridencias. Confesó ser líder de una empresa criminal, haber traficado, lavado dinero, corrompido autoridades, ordenado asesinatos de rivales y causado la muerte de civiles. Lo aceptó todo.

Con su confesión judicial, el mito colapsa, pero no el sistema que lo creó. Lo que dijo en Brooklyn era sabido y lo que calló era lo esperado. No mencionó nombres, no habló de presidentes, de generales, de agentes, de gobernadores ni de empresarios. Guardó secretos que durante décadas lo hicieron invulnerable.

En mi libro El Cártel de Sinaloa: Una historia del uso político del narco intenté documentar cómo el narcotráfico mexicano es hijo de la política mexicana y estadounidense. Lo hice a partir de recorridos, documentos y entrevistas, incluida una con Miguel Ángel Félix Gallardo, el capo que, junto con Rafael Caro Quintero, antecedió el binomio del Mayo y el Chapo en el ajedrez y teatro binacionales.

Quedan muchas preguntas abiertas para entender la simbiosis entre política y narco. ¿Hasta dónde hablaría el Mayo si decidiera romper el silencio? ¿Lo dejarían hablar realmente? ¿Qué espera con esta confesión, hasta ahora más silenciosa que ruidosa? Tal vez un final distinto al del Chapo: menos humillante, menos público, quizá la protección que brinda el silencio, guardar nombres como último capital.

¿Y qué espera Estados Unidos? Más y más de lo que recibió. Nombres, pruebas, testimonios que incendien la política mexicana y enciendan también a la base electoral trumpista. Lo que obtuvo hasta ahora fue apenas lo indispensable: un culpable, el trofeo del mito colapsado y condenado a morir en una celda.

Pero la confesión del Mayo no derrumbará del todo el mito: solo lo desnudará. Lo revelará como lo que siempre fue: una necesidad cultural, una forma de organizar el miedo, de darle rostro a la impunidad, de personalizar lo que en realidad es estructural.

Acá en nuestro laberinto del narco queda un territorio llamado Sinaloa -o México, según se quiera ver-, ya sin el Mayo ni el Chapo en sus montañas, pero con múltiples guerras entre Mayos y Chapos, con una violencia que no necesitará leyendas ni mitos para mantenerse cotidiana. El destello y la penumbra se apagaron; Estados Unidos nos sigue teniendo en vilo.


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Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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