Allende, Coahuila.- Hay un ruido de pájaros esa mañana. Así recuerdo mi espera en una cafetería cercana antes de la cita con uno de los hombres más poderosos en la historia reciente de Coahuila: Humberto Moreira Valdés.
El maestro de escuela que llegó a ser alcalde de una próspera ciudad capital, luego gobernador y líder nacional del PRI me recibió en una zona arbolada y frutal de Cuernavaca, Morelos, lejos del desierto donde nació y se hizo un político profesional. Mantenía ahí una especie de exilio que había iniciado con una temporada previa en Europa, estudiando un master internacional de comunicación y educación en la Universidad Autónoma de Barcelona.
El profesor, como le dicen sus cercanos, cuestionado por haber contratado irregularmente una millonaria deuda en su administración, había tenido que alejarse de la vida pública que alguna vez llegó a protagonizar.
Cuando nos vimos, su partido ya había recuperado la presidencia de la República a través de su amigo y aliado político, Enrique Peña Nieto, mientras que en Coahuila gobernaba su hermano mayor, Rubén. Pese a lo que parecían buenas noticias, El profesor tenía un par de años de ser tratado como un enfermo de lepra por varios de sus antiguos amigos y colaboradores.
Fue en el ocaso de su gobierno, cuando el presidente Felipe Calderón logró dar a Moreira el golpe letal, al evidenciar el endeudamiento de 36 mil millones de pesos acumulados a lo largo del periodo en el que éste había sido gobernador de Coahuila.

Tras la exhibición del manejo de las finanzas públicas de su gobierno, el político carismático y entrón de antes tuvo que dejar su cargo como líder nacional del PRI para ocultarse y evitar dañar la campaña presidencial del entonces aspirante y a la postre presidente, Peña Nieto.
Ni siquiera el triunfo de Peña Nieto lo regresó a las trincheras políticas. El nuevo gobierno de Peña Nieto no había tenido miramientos para deponer y encarcelar a Elba Esther Gordillo, la poderosa lideresa del sindicato oficialista de maestros, pese a que ésta lo había apoyado para llegar a la Presidencia.
Algunos analistas políticos de aquel momento auguraban que Moreira podía ser el siguiente en la lista de “los sacrificios” que haría el gobierno entrante para intentar demostrar que se trataba de un nuevo PRI.
Mi reunión con Moreira aquel día tenía como finalidad hablar de las masacres ocurridas en el norte de Coahuila en 2011, en especial, la de Allende, sobre la cual yo había publicado algunos artículos denunciando los hechos. En ese momento, poca gente sabía que el antiguo jerarca priista ya había regresado de España y estaba instalado en Cuernavaca.
La conversación inició a en punto del mediodía del miércoles 13 de agosto de 2014 y duró casi cuatro horas. Durante nuestro encuentro, Moreira habló con intensidad sobre crímenes de lesa humanidad, un término que usó varias veces para cuestionar al gobierno de su adversario, Felipe Calderón pero también al de su hermano Rubén, con quien ya sostenía una disputa ventilada públicamente a través de algunas columnas políticas.
Poco más de un mes después de este encuentro ocurriría el ataque y la desaparición de los estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, a solo 100 kilómetros de donde estábamos. Hasta ese mes de agosto, la desaparición forzada empezaría a ser reconocida plenamente como un grave problema por el gobierno federal.
CONTINUARÁ.
Segunda parte de la serie El lugar donde se arrastran las serpientes. Aquí la entrega anterior.