Aunque era el arquitecto más conocido de Nuevo León, Héctor Benavides nunca ejerció la profesión que estudió de manera formal. Durante más de medio siglo consagró su vida al periodismo, primero radiofónico y luego televisivo, hasta volverse una figura de la cultura popular de su tierra.
Lo que sí diseñó a costa de mucho tesón y talento fue uno de los pocos espacios de vida comunitaria latentes en una ciudad profundamente individualista. Noche tras noche, su Telediario en Multimedios era un ejercicio que, más allá de información y análisis, visibilizaba y gestionaba crisis y problemáticas cotidianas de todo tipo y tamaño, las cuales podían ir desde atender el reporte vecinal de un alumbrado defectuoso en la calle de una colonia de la periferia hasta revelar la contaminación masiva del agua potable (cuando era potable y cuando había agua…) de toda la metrópoli.
El Parque Fundidora, uno de los espacios públicos más dignos del norte del país, no fue concebido como tal en sus inicios. Por más absurdo que suene hoy, funcionarios y empresarios noventeros querían convertir la antigua y emblemática siderúrgica en un autódromo permanente que sirviera de vez en cuando para actividades recreativas, pero un pequeño grupo de activistas iniciaron una campaña para que las élites locales rectificaran su desafortunada decisión y lo hicieran el parque ecológico y cultural que hoy es.
Aquella protesta ciudadana habría pasado desapercibida en su momento y Fundidora quién sabe qué esperpento sería, de no haber sido por el Arquitecto, quien tomó la causa como propia y denunció una y otra vez en su noticiero nocturno la aberración hasta que el gobierno entró en razón.
Así como ésta debe haber cientos de historias más de incidencia ciudadana que se lograron gracias a un periodismo impermeable al cinismo y que de manera genuina asumía su función social.
El compromiso cívico del Arquitecto era una feliz rareza televisiva que sucedía en la pantalla pero también fuera de ella, como me tocó constatarlo en las ocasiones que tuve la fortuna de trabajar con él como reportero del Diario de Monterrey (hoy MILENIO).
Mucho de lo mejor del Nuevo León actual se lo debe a este hombre humilde cuya reciente partida duele harto. La belleza de su legado solo puede ser ignorada por quienes son incapaces de buscar la verdad.