¿Qué sucede cuando el arcoíris se alza para exigir un alto al fuego? ¿Hasta dónde llega el glitter cuando decide volverse pancarta por Gaza o Myanmar?
El espíritu queer, en sus distintas expresiones, ha mostrado una continuidad: ser una postura política que desafía las normas de género al considerarlas formas de discriminaciony opresion que ejercen violencia.
El poder político del espíritu queer reside en estirar la lucha más allá de la identidad y convertir cada Orgullo en una plataforma de solidaridad contra cualquier forma de opresión; las marchas de junio 2025 lo confirman y señalan un deber ineludible: denunciar la violencia allí donde pisamos.
En Ciudad de México, Madrid y Berlín se repetía el mismo cántico: “From Stonewall to Palestine, liberation is a shared line”.
Según Amnistía Internacional (Abril, 2024), la represión bélica en Gaza ha generado más de 60 mil muertes civiles; el dato viajó en carteles, megáfonos y tweets que tiñeron el Pride de denuncia.
Esa conexión no es moda: es memoria.
El movimiento nació respondiendo a la brutalidad policial de Stonewall; hoy reconoce la brutalidad militar en otros territorios.
El espíritu queer tampoco debe temer mirarse al espejo. Monterrey alzó una “contra-marcha” contra su propio comité por opacidad; Guadalajara boicoteó un desfile que pretendía cobrar a las drags locales; Torreón denunció el secuestro partidista del evento. ILGA-World advirtió ya en 2023 que el 62 % de las celebraciones de Orgullo enfrentan “captura corporativa o política”.
Quien defiende orgullo sin accountability termina defendiendo un escaparate, no un movimiento.
La solidaridad global solo cuaja cuando se encarna en lo local.
Ciudad que organiza una marcha, ciudad con cuentas pendientes: feminicidios, desapariciones, recortes a salud trans, inseguridad vial, ausencia de sustentabilidad ecológica, etc,.
Si el Orgullo no nombra esas violencias callejeras, el andamiaje se mantiene intacto aunque el desfile luzca impecable.
Marchar con bandera arcoíris también es una invitación a incomodar al poder; de lo contrario, la consigna se vuelve confeti.
El espíritu queer nació para desobedecer jerarquías—propias y ajenas—y su pulsión es la solidaridad.
La pregunta ya no es si el Orgullo debe ser político, sino hasta dónde llega esa política.
IG @davidperezglobal