Al ayuntamiento actual le quedan alrededor de tres meses de vida y el Centro Histórico fue, es y seguirá siendo su dolor de cabeza más grande. Entre ambulantes, obras fallidas y pandemia, el corazón de Puebla agoniza lentamente.
No me dejará mentir cuando afirmo que desde 2018 la presencia de comerciantes informales aumentó en calles ya conocidas -como la 10, 12 y 14 Poniente-, incluso se acercaron más a la zona del Zócalo sobre la avenida 5 de Mayo. Aunado a esto, la presencia de sexoservidoras y delincuentes también aumentó al grado de la cotidianidad. En Palacio Municipal saben que existen decenas de calles en las que no se puede caminar cómoda y seguramente, y en las que el flujo vehicular está reducido a un carril y su velocidad condicionada por diableros, franeleros, carpas o comales.
Pese a los reclamos de la ciudadanía, las posturas de cámaras comerciales y empresariales, así como los supuestos diálogos interpuestos por la Secretaría de Gobernación Municipal (Segom) con líderes ambulantes, éstos siempre reinaron. Incluso, tomaron las calles como campos de batalla o las bloquearon para exigir la devolución de material ilícito decomisado.
Otro tema sabido es el de las obras públicas que se iniciaron en los momentos menos indicados de una recuperación económica paulatina y que, para colmo, fueron detenidas o canceladas por la falta de permisos.
Lo más representativo fue el amurallamiento del Zócalo en marzo y la clausura de los trabajos de remodelación en las calles 8, 10, 12 y 14 Oriente-Poniente a mediados de abril.
El muro permaneció cuatro meses y afectó a los restaurantes del primer cuadro, así como ingresos del sector turístico; los sellos de clausura superaron los tres meses y los comercios de la zona fueron quienes pagaron “los platos rotos”.
Mi último punto: la pandemia.
Si bien es cierto que la afectación es a escala global, también es cierto que el Centro Histórico de Puebla no vivía una crisis tan terrible desde el sismo de 2017. Cientos de comercios cerraron, otros tantos cambiaron de giro o de local; por miles se contó el desempleo y el turismo solo subsistió en zonas industriales. Aun hoy, con los decretos estatales y la inserción de una nueva normalidad, la viveza y riqueza del Zócalo se ponen en jaque por una tercera oleada de contagios.
Existen infinidad de alternativas para mejorar las condiciones del Centro Histórico, pero me parece que ninguna de las seleccionadas por el ayuntamiento funcionó.
Nuestras autoridades perdieron de vista la importancia de este punto en la generación de empleos, el impacto positivo al turismo, la derrama comercial y el refuerzo de la identidad, nunca hubo una propuesta integral que arrojara una intervención exitosa para mantener o potencializar su desarrollo.
Lamentablemente, en los tres meses restantes ni un marcapasos salvaría al corazón de nuestra ciudad. ¿Acaso la administración entrante lo logrará?
David Alvídrez
@dvdlvdrz