Con sorpresas, el pasado 20 de agosto, Ecuador y Guatemala fueron a elecciones para elegir a sus mandatarios. La sorpresa en Guatemala es que no le robaran la elección a Bernardo Arévalo y en Ecuador, el paso a segundo vuelta de Daniel Noboa, un candidato sin un proyecto político claro, que propone poco pero que no confronta.
Aunque nadie lo vio venir en la primera vuelta, las encuestas en la segunda vuelta electoral perfilaban al presidente electo de Guatemala como el indiscutible ganador con una amplia ventaja. Sin embargo, en un país en el que el pacto de corruptos — como se le conoce a la complicidad entre jueces, empresarios, militares y políticos chuecos en ese país— actúa con total impunidad, y después de sobrevivir a una persecución penal para sacarlo de la contienda, inclusive con apoyo del actual gobierno, resultaba muy optimista pensar en un triunfo avasallador como el que obtuvo.
Fue sin duda, el mismo pueblo guatemalteco el que presionó desde las calles para defender su voto de un posible fraude y a su candidato de la persecución de la fiscalía.
Bernardo Arévalo apareció como la única opción para liberar a Guatemala del secuestro de la clase política abiertamente corrupta que lidera el país hace décadas, advirtiendo que no tiene una “varita mágica” para resolver los problemas de un país de 17,6 millones de habitantes en el que cerca del 60% de la población vive en pobreza, pero firme en su lucha contra la corrupción que le quita una gran cantidad de recursos al Estado.
Con una minoría en el poder legislativo, las expectativas que carga en sus hombros son muchas, empezando por la recuperación de la senda democrática del país, muy mancillada desde el 2016 con la presidencia de Jimmy Morales y posteriormente con la del actual mandatario, Alejandro Giammattei. Para lograr condiciones de gobernabilidad que le permitan cumplir con su ambicioso plan en materia social, Arévalo deberá dialogar con todos los sectores, concretar alianzas en el Congreso y pintar sus líneas rojas para saber con qué personajes no puede llegar a consensos, de esos que abundan en la política guatemalteca. El establishment no se dará por vencido con el triunfo del presidente electo y se convertirá en su piedra más grande en el zapato.
Ecuador
Aunque la candidata de la Revolución Ciudadana, el partido de izquierda del Ecuador, Luisa González, se hizo con el voto mayoritario en la primera vuelta electoral, con una diferencia holgada, nadie vio venir al joven empresario Daniel Noboa, al menos no antes de la última semana antes de la elección.
En un clima de muchísima violencia y miedo, incluso en el terreno político, los sondeos apuntaban a que la derecha respaldaría al 'Bukele ecuatoriano' —que más parecía Rambo—, Jan Topic. Sin embargo, desde el 13 de agosto, día del debate electoral obligatorio, Daniel Noboa empezó a ser visto como lo nuevo, como una alternativa posible. Nadie lo vió venir y nadie lo atacó, mientras asomaba con un discurso calmado, con buenos datos y sin caer en la polarización.
Los resultados de la primera vuelta electoral superaron la dicotomía entre correísmo (como se le conoce a la corriente que apoya al expresidente Rafael Correa) y el anticorreísmo, en la que el país venía enfrascada durante la última década, y también pusieron sobre la mesa que el pueblo ecuatoriano no cree en que la violencia se combata con más violencia, dejando a los candidatos ‘bukelistas’ fuera de la segunda vuelta.
En los últimos años en Ecuador las campañas electorales se han llenado de ataques, en medio de una polarización entre seguidores y opositores del exmandatario Rafael Correa. Daniel Noboa, hijo del hombre más rico del Ecuador, el empresario bananero Álvaro Noboa, se fue construyendo como una figura fuera de ese viejo antagonismo del correísmo y el anticorreísmo; hizo una campaña positiva y encarnó esos deseos de “cambio” del pueblo ecuatoriano.
Del otro lado, el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, con la evidente complicidad y participación del Estado ecuatoriano para impedir que ganara en una sola vuelta, lograron afectar la candidatura de la izquierdista Luisa González, cuyo partido fue siempre adversario político del periodista asesinado.
La segunda vuelta se complica para el partido de la Revolución Ciudadana, pero lo que más preocupa es la fuerza de una candidatura como la de Daniel Noboa, sin un proyecto ni discurso claros, que habla de todo un poco, pero no descarta ni se enfoca tampoco en nada. Un país que pasó de ser el segundo más seguro de la región al segundo más violento, y próximamente el primero, no puede quedarse en las manos de un empresario con un plan improvisado.
El actual presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, cuya aceptación es del 13%, llegó al poder con la firme convicción de que podría dirigir a ese país como manejaba su banco. Al estilo de Macri, convencieron a la gente de que se requería un empresario y no un político, y hoy Ecuador atraviesa la peor crisis de toda su historia en todos los sentidos posibles, convirtiéndose en un Estado fallido.
Al igual que en Guatemala, el establishment en Ecuador tampoco cederá.