—Entonces, ¿no hay responsables de su gobierno, del municipal, de las áreas de seguridad? —le preguntó un reportero al gobernador Enrique Alfaro en relación al feminicidio de Luz Raquel Padilla.
—Por supuesto que no —respondió.
Después de las lamentables declaraciones de la primera autoridad de Jalisco, en lo que parece una vil burla a todas las mujeres víctimas de feminicidio y sus familias, el fiscal estatal, Luis Joaquín Méndez Ruiz, sugirió en un informe preliminar la posibilidad de que Luz Raquel Padilla “se hubiera prendido fuego ella misma”, sin presentar ningún tipo de información concluyente.
Culpar de su propio asesinato a las mujeres desde los espacios judiciales es una práctica aberrante y repetitiva en México. Recordemos al fiscal de Baja California, Guillermo Ruiz, quien tras el feminicidio de Danna Miriam aseguró que “la niña traía tatuajes por todos lados”; o al fiscal de Nuevo León, Gustavo Adolfo Guerrero, que en primera instancia sugirió una caída accidental en el caso de Debanhi Escobar; o a los mensajes de la entonces Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, bajo la administración de Miguel Ángel Mancera, que al referirse en redes sociales al caso de Lesvy Berlín, asesinada por su pareja, aseguraba que "vivía en concubinato con su novio y debía materias en la escuela".
El patriarcado que nos quiere muertas es el mismo desde el cual las autoridades dicen impartir “justicia”, cargadas de prejuicios personales contra las mujeres a la hora de ejercer su trabajo. Sugerir con ligereza “autolesiones” o utilizar la vida privada de las víctimas para explicar los feminicidios, nos induce a juzgarlos como situaciones particulares y no como prácticas sistemáticas, desincentivando una verdadera procuración de justicia y quitándole responsabilidad a las instituciones del Estado por sus omisiones y fallidas actuaciones. Nos acostumbramos a dejar la vida y la muerte de las mujeres, resumidas en penosos titulares de prensa que les achacan sus propias muertes y que salvan a los políticos de su incapacidad y su falta de voluntad política para ofrecernos protección.
Mientras nos siguen matando con más sevicia, los feminicidios en México son apenas un tema de grillas y de pechos inflados para salvar pellejos de funcionarias y funcionarios ineptos e indolentes.
Luz Raquel Padilla, madre y cuidadora de un niño con autismo, había denunciado en diversas ocasiones a su vecino Sergio Ismael “N”, tanto por los canales formales como de forma pública a través de sus redes sociales, por las constantes amenazas de las que ella y su hijo eran objeto, e incluso contaba con inservibles medidas de protección, mismas de las que se jactó Enrique Alfaro.
La frase “Te voy a quemar viva”, pintada en una pared de su edificio y un previo ataque con ácido les parecieron insuficientes a las autoridades, como para accionar un protocolo medianamente decente para preservar su vida.
¿Hasta cuándo las instancias judiciales seguirán banalizando los feminicidios? ¿Cuándo dejarán de concluir que las mujeres nos buscamos nuestra propia muerte? Luz Raquel Padilla murió sola y pasó a engrosar la lista de las mujeres abandonadas y revictimizadas por el propio sistema que dice defendernos, y lamentablemente no será la última. Mientras tanto, entre grillas y farándula política, seguimos posponiendo la discusión y las soluciones para tratar con seriedad y eficacia esta pandemia feminicida.
@DanielaPachecoM
Daniela Pacheco