En un mundo y un momento de la historia donde la migración suele reducirse a cifras y discursos políticos, “Impostores”, el nuevo documental de manufactura independiente del director jalisciense Rocko Márquez, apuesta por contar una historia profundamente humana.
El cine sobre migración suele caer en lugares comunes: el dolor del desarraigo, la crudeza de la frontera, la nostalgia del que se fue. Pero pocas veces nos muestran lo que ocurre después del sueño americano. “Impostores” nos habla de identidades robadas, de vidas construidas sobre mentiras necesarias, de lo que significa ser “el otro” en tu propio país.
A través de las vidas de Oscar Ayala y Rodolfo Quiroz, dos migrantes deportados que vivieron en los extremos opuestos de la ley en Estados Unidos, la película desentraña las complejidades de la identidad, la supervivencia y la redención.
"La migración siempre me había llamado la atención porque prácticamente todos los hermanos de mi mamá se fueron a Estados Unidos cuando yo era niño", me confiesa el director.
Filmada en Guadalajara, Texas, Wisconsin y hasta España, la película es un viaje geográfico y emocional. La pandemia obligó a pausar el proyecto, pero también permitió profundizar en las entrevistas virtuales con los familiares y hacerlas entrañables.
El filme nació de una noticia insólita: Oscar Ayala, un mexicano indocumentado, logró trabajar como policía en Alaska durante 30 años antes de ser descubierto y deportado en 2007. Pero lo que podría haberse quedado en una simple anécdota se convierte en el punto de partida para explorar las contradicciones del "sueño americano".
Rodolfo Quiroz, por su parte, conocido como "Tony Montana", fue un adolescente que, tras cruzar la frontera, terminó trabajando como “coyote”, ayudando a otros migrantes a adentrarse en Estados Unidos.
Aunque sus caminos fueron distintos, ambos comparten un destino común: el regreso forzado a México y la lucha por reconstruir sus vidas en un país que ya no reconocen como propio.
A diferencia de otros trabajos sobre migración, “ Impostores” en lugar de presentar a sus protagonistas como casos ajenos, los muestra como hombres complejos, capaces de reinventarse a pesar de las adversidades. Oscar, por ejemplo, logró convertirse en gerente regional de Oracle en México, mientras que Rodolfo encontró estabilidad familiar, aunque con la sombra de un pasado que lo persigue.
El director no solo sigue sus vidas actuales, sino que retrocede para entender qué los llevó a tomar decisiones extremas.
Lo extraordinario de “Impostores” es que no juzga a sus protagonistas. Oscar, el policía impostor, y Rodolfo, el “coyote adolescente” que ayudaba a cruzar migrantes, no son héroes ni villanos. Son víctimas de un sistema perverso que, como dice el director, "los obligó a asumir otra identidad simplemente para tener acceso a un trabajo digno".
“Impostores” se estrena en un México que recibe cada vez más deportados, pues Estados Unidos endurece cada vez más sus políticas. La cinta se ofrece en la cartelera de circuitos independientes en Jalisco y otros estados.
"La película busca mostrar que estas personas merecen una segunda oportunidad, ser vistas en su totalidad y no solo por su peor error", sentencia el director.
“Impostores” es esa cinta que nos recuerda que los héroes reales a veces usan uniformes prestados. Que la dignidad no tiene pasaporte. Y que, como dice su director, "el sueño americano para muchos empieza siendo una pesadilla".
