Política

Reforma electoral: la tentación de lo intocable.

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  • Reforma electoral: la tentación de lo intocable.
  • Cuauhtémoc Carmona Álvarez

El reto de Pablo Gómez al frente de la reforma electoral es mayúsculo. 

La encomienda de la presidenta Sheinbaum es tan trascendente como la que recibió Reyes Heroles en 1977, cuando se abrió la puerta a la representación proporcional bajo la instrucción de un presidente priista de triste memoria que, en sus delirios de grandeza, decía transmutar en perro para defender el peso.

En aquel entonces, el sistema estaba enteramente en manos del PRI. El PAN no pintaba y las demás fuerzas apenas sobrevivían como comparsas. 

La ironía de la historia es que el régimen que presumía fortaleza tuvo que recurrir a la pluralidad como válvula de escape.

Hoy, casi medio siglo después, la historia se repite con actores distintos ante un desgaste con el sistema de partidos. 

A diferencia del pasado, la reforma no está en manos del PRI ni de la oposición testimonial que apenas figuraba, sino en Morena y en el movimiento de la Cuarta Transformación donde el reto moral se impone: No robar, no mentir, no traicionar.

Pero el dilema es el mismo con una pregunta que no permite demagogia: ¿cómo democratizar el poder legislativo para que el centro deje de ser la élite partidista y sea el ciudadano de a pie, el verdadero centro de la reforma? 

De lo contrario, seguirán legislando para castas blindadas que viajan en Suburban con chofer, mientras el ciudadano de a pie mira desde la banqueta cómo se reparten el pastel.

El sistema político mexicano lleva décadas incubando mecanismos para blindar a las cúpulas. 

La representación proporcional, que nació como una puerta de entrada a la diversidad política, terminó convertida en refugio de élites. 

Las listas plurinominales se volvieron el catálogo del poder, administrado con precisión y calculo para repartir curules entre amigos, familiares y operadores fieles.

La reforma tiene un gran reto, no debe ser pactada entre quienes las negocian. 

La tentación de una reforma “a modo” estará siempre ahí, disfrazada de modernización, envuelta en discursos de transparencia. 

Pero todos sabemos que lo que está en juego no son sólo fórmulas o curules, sino la lógica misma de un sistema que aprendió a conservar privilegios bajo la máscara de la democracia.

El compadrazgo, el nepotismo y el amiguismo no son simples defectos: son tradición política que en MORENA se ha luchado con carácter aun con resistencias. 

Nadie se sorprende de que el hijo, la sobrina o el compadre encabecen listas porque así se ha hecho siempre.

Sobre el nepotismo y compadrazgo se dirá que es una práctica universal, pero aquí se volvió el cemento invisible de las élites en el sistema electoral mexicano. 

Una reforma que aspire a ser genuina no puede quedarse en la retórica: tendrá que abrir los procesos internos de los partidos, limitar candidaturas a familiares, y poner en vitrina lo que hoy se resuelve entre ceniceros y cafés en Polanco. 

Incorporar porque no, la ética y la moral tan despreciada por los políticos.

Y claro, no basta con anunciar la participación ciudadana. La apertura no se decreta, se practica. 

De nada sirven foros decorativos ni consultas simuladas con cientos de fotos: se requieren mecanismos que permitan al ciudadano vetar, supervisar y sancionar a quienes usan el poder en beneficio propio. 

Sólo entonces se romperá el círculo vicioso en el que los partidos fingen ceder mientras todo queda igual.

Continuará…


@CUAUHTECARMONA

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